Organización y vida religiosa en la provincia de Burgos (5)

Nos hemos referido en días pasados a esa presencia palpable de lo religioso, de la Iglesia, dentro de la sociedad: las misas son actos sociales, las cruces enseñorean los altozanos, los templos ocupan un espacio señero dentro del municipio...

Sin embargo no podemos obviar esa otra “presencia invisible” que sólo se podría constatar en los registros notariales: las propiedades de tierras o casas. Un profano no podría “notar” que ese terreno, ese páramo, esa finca pertenecen a la Iglesia o a determinado monasterio, que ese altozano adjunto a tal ermita es también propiedad de la Iglesia… Sólo el labriego colindante a las tierras eclesiales podría constatarlo.

En las ciudades, en este caso Burgos o Revilla Vallejera, la presencia de lo sagrado configura una parte importante del municipio, no sólo por la incrustación del templo dentro del laberinto de calles sino también por las residencias o los terrenos anejos al mismo. Se ha dado el caso en Revilla de que la Iglesia ha llegado a tomar posesión de una parte de tal casa con varios herederos, uno de los cuales había donado su parte a la Iglesia parroquial.  

Las iglesias, por lo general, se alzaron, se reformaron o se agrandaron en tiempos de bonanza económica. La historia nos puede hacer saber la importancia que cobró la ciudad de Burgos a partir del siglo X. En esos periodos de paz urbana, hasta los pueblos más pequeños prosperaron y se enriquecieron; labriegos, ganaderos y artesanos prosperaron con su trabajo y el comercio.

La autoridad parroquial aprovechó ese viento bonancible para encauzar los sentimientos religiosos previamente inducidos por decenios de credulidad, animando a los fieles a construir un templo dedicado a tal advocación divina o mariana. Y, cómo no, la rivalidad entre municipios acrecentó el deseo de que la suya fuera la iglesia mayor del entorno.

Ya en las postrimerías del siglo XVII se percibe un cansancio y un debilitamiento de la economía de burgos y pueblos.  Mientras la Iglesia crece en poder espiritual y económico, las villas y ciudades menguan.  No es que se construyan nuevos templos, pero sí se realizan mejoras y se añaden aditamentos en muchas catedrales y templos. Frente a eso, contrasta lo que sucede en la feligresía, que se arruinan las viviendas, difícilmente reparables,  que surge un caserío pobre y desgastado,  apretujado en calles retorcidas, donde la calidad de vida en alimentación y medidas sanitarias deja mucho que desear.

El caso de la iglesia de Revilla Vallejera es sintomático o paradójico, como espejo del devenir de los tiempos. Hoy sólo queda medio templo. Con inicios románicos que se aprecian en algunos elementos del testero, el alzado primero del presbiterio es gótico. Las pilastras y nervios de lo que sería la nave central de un templo de grandes proporciones responden a gustos del renacimiento, siglo XVI, pero dicha nave quedó sin concluir. Restan paredes de sillares de la entrada y de lo que sería la sacristía. Lo que hubiera sido el acceso principal al templo ya pertenece al estilo neoclásico. Tal como se ve hoy día, parece de planta basilical sin serlo, con un acceso lateral de circunstancias. Las dos pilastras actuales se continuarían con cuatro más emparejadas. El arranque de las pilastras se aprecia en la puerta y en el patio sin uso. Plano, a decir verdad, extraño.

El estilo ecléctico del conjunto, sugiere el poco ánimo constructivo que inspiraba a fieles y arquitectos: del presbiterio a los arcos del patio inconcluso hay más de cinco siglos de diferencia. Aventuramos incluso algún que otro expolio de piedra tallada, dados los vanos que se ven en el que hoy es patio delantero.

Alguien dice que la iglesia sufrió un derrumbe. Más plausible es el hecho de que la iglesia, de proporciones exageradas para la época y para el hábitat del pueblo, tuviera problemas económicos serios en una época en que el fervor popular no era el de la Edad Media. Las obras debieron durar hasta el periodo neoclásico, finales del siglo XVIII, por los restos que quedan.

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