Reflexiones sobre la racionalidad en la vida: regirnos por evidencias.

Puestos a pensar...

La vida que llamamos humana por ser racional funciona, se rige, se basa en evidencias. Puedo generar evidencias dentro de mí mismo fruto bien de mi propio raciocinio bien de la instrucción recibida. Porque

  • Las verdades las conocemos entre todos.
  • Lo que se conoce de la materia es el término de una evolución. De ahí que sería acertado decir que el conocimiento de la materia es un conocimiento evolutivo.
  • El hombre tiene una existencia terrena limitada en el tiempo, por lo que siempre busca asegurar cuanto antes sus certezas.
  • Respecto a una de esas verdades transmitidas, Dios, no hay argumentos que lleven a la persona a admitir su existencia, porque tal certeza se basa en creer lo que otros le dicen, sin argumento previo alguno, con el añadido de que, lo que hay, lleva a su negación ([1]).
  • Asimismo es evidente para el hombre instruido que la persona es unidad sustancial, sin dos principios constitutivos; hablar de alma/cuerpo es una forma de hablar, no una realidad sustancial.
  • una vida futura incierta no puede condicionar la moralidad del ciudadano –llamemos así a la persona inmersa en una sociedad determinada--, por lo que el universo de los valores personales debe fundamentarse en algo independiente de cualquier credo, su moral y la ética común.

La postura racional  respecto a Dios no es una “negación de algo admitido por muchos”, sino una “liberaciónde cadenas y ataduras” que condicionan la vida diaria y, sobre todo la mente. 

El Dios en el que creen suele ser un dios “por defecto”:

  • como no sé, invento a Dios para explicarlo;
  • como el mundo es malo, alguien tiene que juzgarlo;
  • como tengo que hablar con alguien, rezo a ese alguien;
  • como tengo estos pensamientos elevados, tienen que venir de alguien ajeno a mí;
  • como no tengo amigos, me invento uno;
  • como no sé pensar, hablo con Dios;
  • como no tengo confianza en mí mismo, confío en Dios.

Pero como no sé quién y cómo es Dios, le honro con mi silencio y mi meditación. Creo. Al fin, un dios providente o provisión de mi mente.

[1] Arguyen respecto a “conocer lo que otros dicen” que tampoco tenemos certeza personal comprobada de la mayor parte de los conocimientos científicos: hay quien jamás ha visitado ni visitará el Polo Norte y nadie duda de su existencia; nos hablan de Anaxágoras; la fisión nuclear; la circulación de la sangre; el giro de la tierra alrededor del sol; la existencia de Tell-el-Amarna; el general Estilicón... Rebatir esta falacia ante una persona a la que falta instrucción no resulta tan fácil, pero tales argucias mentales sólo engañan a las mentes de primera instancia, aquellas de “tengo hambre, dame de comer”.

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