¿Respetar las creencias religiosas? Pues mire usted... como que no.

El papa Francisco alzó su voz el domingo pasado, con la suavidad que lo distingue, ante la barbarie que se está produciendo en el genérico Estado Islámico que masacra a los cristianos cuya fe malvive entre hordas fanáticas musulmanas. No por razones religiosas sino humanas --¡son personas las que son perseguidas!-- nos unimos a su voz. La comunidad internacional debiera hacer algo más que lamentarse o mirar hacia otro lado.

A este propósito y en lo que hace relación a individuos físicos y creencias religiosas, habría que distinguir entre respeto y tolerancia. Y distinguir entre personas e ideologías... A las personas, todo el respeto y honor; a sus creencias, tomadas como un corpus emanado de la mente imaginativa del hombre, ninguno.

Ninguno si por respeto pretenden que no sean sometidas al juicio de la razón. De tejas abajo, nada puede o debe estar libre del poder escrutador de la razón. Las creencias religiosas, en cuanto ideas u opiniones, no merecen ningún respeto, aunque, entiéndase bien la palabra, ello no es sinónimo de carcajeo o crítica infundada, sino de escrutinio. Hacia las personas que las ostentan, la máxima tolerancia.

Los creyentes se sienten excesivamente quisquillosos y susceptibles cuando alguien “se mete” con sus creencias. Piden respeto, piden tolerancia, cortesía... No es por un principio etéreo que rija sobre todos, creyentes o no, sino porque tal fe religiosa es más vulnerable de lo que pueda parecer a las críticas. Por lo mismo exige más respeto todavía que el que pueda tener un humano respecto a otro. Lo religioso no es opinable.

En palabras de D. Adams:

La religión tiene ciertas ideas en su corpus doctrinal que ellos califican como sagradas o como lo que sea. Y así parecen decir:
--“Ésta es una idea, una verdad sobre la cual a ud. no se le permite decir nada malo. No, no se le permite”
--¿Por qué no?
--¡Porque no!
No hay más razones. Si alguien vota por un partido con el cual Ud no está de acuerdo, Ud tiene toda la libertad para argumentar contra él, lo quiera o no... ...y nadie se siente agraviado por eso. Si piensa que los impuestos deben ser aumentados o reducidos, hay libertad para argumentarlo; pero respecto a “yo estoy obligado a no tocar ni siquiera el interruptor de la luz los sábados”, habrá que respetar esa opinión sin criticarla.

¿Por qué es legítimo, aportando argumentos, discutir sobre un determinado partido o sobre tal modelo de economía o sobre Mackintosh frente a Windows pero no se puede tener una opinión respecto a cómo comenzó el Universo o quién creó el Universo? No... ¡ese es un tema sagrado! Acostumbrados como estamos a no desafiar las ideas realigiosas, cuando uno cualquiera lo hace provoca la furia de muchos.
Pues a pesar de todo, cuando esas ideas se miran bajo la luz del pensamiento, no existe ninguna razón para que no estén abiertas al debate como cualquier otra, a pesar de haber acordado socialmente un respeto a las creencias religiosas.



Hasta qué punto tendrá poder ese forzado respeto a las creencias que los argumentos más fáciles para ser objetor de conciencia en tiempo de guerra son religiosos. Si uno presenta su condición de cuáquero ante la Oficina de Reclutamiento, no tendrá problema alguno.

Si las prácticas que utiliza el Opus Dei para “formar” a sus prosélitos se llevaran a cabo en una asociación cualquiera, ésta sería condenada por corrupción de menores y lavado de cerebro.

En cuestiones religiosas, hasta se tergiversan los términos: las facciones en lucha en Irlanda no eran de protestantes contra católicos, en los periódicos ingleses se hablaba de nacionalistas y leales; en Irak no se enfrentan chiíes contra shiíes, era una contienda intercomunitaria; en Bosnia no había guerra religiosa entre ortodoxos, católicos y musulmanes, era “limpieza étnica”. Eufemismos para evitar el término “religioso”.

A veces, sobre todo en EE.UU y cada vez menos en Europa, en tertulias de radio y televisión la opinión sobre moral sexual o técnicas reproductivas de un clérigo apoyado en comités por esto o por lo otro, es tenida más en cuenta y tomada con más respeto que la opinión de un filósofo moral, un abogado especializado en derecho de familia o un médico.

Se llega a casos verdaderamente grotescos. La Corte Suprema de EEUU ( 21 Feb 2006) excluyó de la obligación de no consumir drogas alucinógenas a una iglesia de Nuevo México –Centro Espirital Beneficiente Unido do Vegetal— que sostiene que pueden entender a Dios tomando te de hoasca (que contiene dimetil-triptamina, droga alucinógena). Le bastó al juez que ellos crean que tal droga mejora su entendimiento. Sin embargo se negó el uso de cannabis con propósitos medicinales para aliviar los efectos de la quimioterapia (2005).

El punto de vista de la fe religiosa, donde reside su fuerza y su gloria principal, es que no depende de la justificación racional. Cualquier otra persona deberá defender sus prejuicios con argumentos; pedirle a una persona religiosa que justifique su fe infringe la “libertad religiosa” (Datos extractados de R.Dawkins. La irracionalidad de la fe)

Lo religioso merece un respeto desmesurado. Ellos por su parte esgrimen tal respeto, en países hiper sensibilizados con la religión, para reclamar libertad de expresión y lanzar a los cuatro vientos sus prejuicios, por ejemplo contra los homosexuales, contra el aborto, contra la fecundación in vitro...

Recordemos el suceso de hace años, el caso de las caricaturas de Mahoma publicadas por un periódico danés. La indignación provocada en todo el mundo partió y fue alentada por clérigos musulmanes –imanes-- ¡¡residentes en Dinamarca!!. Ellos viajaron a Egipto con un dossier repleto de falsedades que fue distribuído por todo el mundo islámico. Falsearon incluso tres de las doce fotografías, con caricaturas, éstas sí, verdaderamente ofensivas.

La histeria fue general, pero una histeria provocada e inducida (ésos son los verdaderos criminales, los que soliviantan a las masas analfabetas y acríticas). Personas e instituciones sin conexión alguna con los editores del periódico fueron atacados: manifestaciones con quema de banderas, boicot a productos daneses, petición de disculpas al gobierno, embajadas asediadas, amenazas a turistas occidentales, incendio de iglesias cristianas en Pakistán, 9 personas asesinadas en Benghasi en el ataque e incendio al consulado italiano, incendio de iglesias cristianas en Nigeria, asesinato de cristianos a machetazos, manifestaciones en G.B. con pancartas “maten a quienes insultan al Islam”, “descuarticen a quienes se burlan del Islam”, “Europa pagará: la demolición está en camino...

El líder musulmán “moderado” (es un decir) Iqbal Sacranie justificó la ira porque

"la persona del Profeta, la paz sea sobre él, es reverenciada tan profundamente en el mundo musulmán, con un amor y afecto que no pueden ser explicados con palabras. Va más allá del amor y afecto hacia los padres, hacia otros seres queridos, hacia los hijos. Es parte de la fe”.

Quien lo entrevistó afirmó:
“Si las personas desean amar a un predicador del siglo VII más que a sus propias familias, allá ellos, pero nadie más está obligado a tomar eso en serio”.
La diferencia estriba en que no tomar eso en serio supone pagarlo con la vida. Lo sorprendente es que algunos, en Occidente, expresaran respeto y consideración por la profunda ofensa y herida que habían sufrido los musulmanes. ¿Ofensa por unas caricaturas en un periódico local del que nadie había oído hablar?

Ofender gratuitamente, no, pero ¿por qué esos privilegios desproporcionados hacia las religiones? Cualquier político es caricaturizado, cualquier idea política es puesta en entredicho, cualquier opinión se puede contradecir con otra y no pasa nada. ¿Qué tienen de especial las religiones? ¿Todavía quieren seguir manteniendo que son “la verdad”?
Volver arriba