Por si acaso, cree en Dios, dice Pascal.

Dice Pascal, argumentando sobre la existencia de Dios frente a aquellos que la niegan: “La razón es que, aun cuando la probabilidad de la existencia de Dios fuera extremadamente pequeña, tal pequeñez sería compensada por la gran ganancia que se obtendría, o sea, la gloria eterna”
La apuesta de Pascal es un “por si acaso”, es una apuesta posibilista, lo cual no deja de ser argumento de gran pobreza, incluso intelectual. Es además una apuesta utilitarista, egoísta, porque incita a creer en Dios sólo por la posibilidad de acertar y recibir un premio inmenso.
Me quedo con el análisis que hace Mario Bunge sobre el argumento matemático de Pascal: el supuesto en el que se basa el razonamiento de Pascal, que la existencia de Dios es una cuestión de azar, "es a la vez científicamente falso, filosóficamente confuso, moralmente dudoso y teológicamente blasfemo".
Sería científicamente falso porque ninguna ciencia puede medir o calcular la probabilidad de la existencia de Dios. Sería filosóficamente confuso porque el argumento incluye la confusión entre la plausibilidad de una proposición y la probabilidad de un hecho. Sería moralmente dudoso porque los creyentes religiosos honestos se muestran reticentes respecto a la sugerencia de creer en Dios porque resulta conveniente. Y, finalmente, sería teológicamente blasfemo porque los teólogos sostienen que Dios no es ni mucho menos una criatura casual, sino el único ser necesario.
Esta referencia a Pascal me ha venido a la cabeza por el hecho de que en este Blog se han esgrimido argumentos similares, no ya apelando a futuros post mortem de inmensa felicidad acertando en la elección, sino incluso en el presente vital: “Yo no sé si Dios existe, pero estoy convencido de ello y a mí me sirve creer en Dios”.
“¿Te imaginas, descreído que ahora ofendes a Dios proclamando día tras día tu inquina contra él, que después de tu muerte te encuentres con Jesús? ¿Qué dirás? ¿A qué argumento te atendrás? No tendrás ninguno y la justicia de Dios es rigurosa, dado que en vida te dieron sobradas muestras de su existencia, de su amor, de su providencia, de su preocupación por tu salvación, ahora tú mismo te presentas con todos los argumentos para tu condenación eterna”.
¿Qué quieren que les diga, señores que me condenan al fuego que no se consume? Es seguro que Dios, justo como es, premiará el uso que hice de mi inteligencia, pues no teniendo argumentos de peso a favor de la existencia de ese Dios personal y teniendo igual peso aquellos que van en contra de la misma, dejé en suspenso la decisión. Dios no puede crearme dotado de razón y, referido a él, no usarla. Es argumento esgrimido por el tan denostado Dawkins. Argumento que tiene igual o mayor consistencia que el de Pascal.
Veamos otro contra argumento: “¿Te imaginas, creyente pío en Jesús Salvador, que después del tránsito por esta vida tú encuentras de sopetón con Annubis? Este dios, que pesa los méritos adquiridos en vida, pone en el platillo del “debe” el tiempo que dedicaste a un dios falso, el dinero que entregaste para su propaganda, las energías que gastaste meditando sus palabras y adorándolo con ritos falsos, las diatribas que lanzaste contra los descreídos, el mal trato que infligiste a quienes no creían en él…”. El dios de los muertos, Annubis, te reconvendrá y te echará en cara que todo ese dinero que gastaste en humo, ese diezmo que te pedía la Iglesia, lo podrías haber dedicado a apadrinar un niño paupérrimo, en socorrer a un mendigo…
“¿Te imaginas, creyente pío, la zozobra con que entrarías en la barca de Caronte para enfrentarte al juicio de Hades, teniendo presente que habías adorado a un dios que era sólo un hombre, Jesús, o que habías dado culto a un instrumento de tortura, la cruz?” Tu condenación es segura.
Y podemos retrotraernos hacia tiempos babilónicos: ¿Te imaginas enfrentándote a la airada Ereshkigal, la diosa de los muertos, caminando a la vera de un dios muy posterior, Jesús "nazareno", y de categoría terrenal?
Haz, pues, la elección de Pascal pero referida a ti mismo. Tú vales más que cualquier dios.