La deriva religiosa de la vivencia sexual.

Indagando días pasados en documentos, libros (especialmente "Camino"), sermones, artículos y vivencias del Opus Dei relacionados con el film "Camino", el asunto que más retrotrae a épocas pasadas es el de la vivencia de la sexualidad, la insistencia en la castidad, el modo de entender la relación entre hombre y mujer, el ideal que deriva de la continencia, las formas "raras" de contener el instinto y precaver relaciones, etc.
UNA ABERRACIÓN FUENTE DE SANTIFICACIÓN.- Por si puede servir de aclaración socio-histórica, la tradición judía, de donde nace el cristianismo, concibe el celibato como algo “contra natura”.
Un célibe no es un hombre (Talmud.Yebamot 63a).
Vivir en celibato es tan grave como cometer un asesinato (Yebamot 63b).
El origen de la aberración católica del celibato es claro y no es menester insistir en ello (1) pero claro debe quedar que no procede del “pensamiento” de su fundador, sino del de su co-fundador, Pablo de Tarso y, sobre todo, ciertos pervertidos seguidores. La virginidad de María derivará posteriormente de ese contexto...
DEL CELIBATO PAULINO.- Si el asunto del sexo estuviera a la altura proporcional en la represión de los otros instintos (ansia de poder, búsqueda de sustento, deseo o defensa de la propiedad, rabia ante la injusticia, etc) tendríamos menos argumentos, pero no es ni ha sido así. Pablo fustiga con justa razón los vicios de su época, pero luego añadirá algo más, "recomendará" --y permítasenos el "palabro"-- el "eunicismo" por el Reino.
Dice algo que podría aplicarse a nuestro entorno (nihil novum sub sole):
Dios los abandonó a los malos deseos de sus corazones, a la impureza con que deshonran sus propios cuerpos...; los entregó a pasiones deshonrosas, pues sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contrario a la naturaleza, y del mismo modo los varones, dejando el uso natural de la mujer, se abrasaron en deseos de unos por otros...
Asuntos de sexo, preocupación que Pablo de Tarso había dejado un tanto de lado entregado a menesteres que le absorbían totalmente (en nada distinto a cuantos son célibes por profesiones absorbentes). Su celibato es producto de una “sublimación” que recomienda pero no impone. No parece que se pueda atribuir a Pablo una misoginia enfermiza, pero sí marcó una "cierta" tendencia en el modelo de perfección.
De forma perverstida y tergiversando palabras --"que más quisiera que todos fueran como yo" (célibes por el Reino)--, la Iglesia, sí, impone el celibato por recomendable. La orden primera del Génesis de creced y multiplicaos, orden directa de Dios, revelación de su Dios, choca frontalmente con la doctrina novedosa del Testamento Nuevo en que habla de eunucos por el Reino de los cielos y otras lindezas: I Cor 7.1; 8.27; Lc 20.34.
Joviniano le espeta a Jerónimo: "Nuevo dogma contra natura que se inventaron ciertos cristianos y atribuyeron después a Jesús y a Pablo", a lo que contesta el misántropo Jerónimo con lindezas sublimes como ésta: "En cuanto a Adán y Eva, debemos suponer que antes de la caída eran vírgenes en el paraíso, pero después de pecar y ser expulsados, inmediatamente se casaron... ¡Genios de la elucubración a la medida de sus mentes enfermizas!
QUIEBRA DEL PSIQUISMO.- El "entregado a Dios", para sublimar o al menos racionalizar el fracaso de la juventud perdida –etapa de juventud segregada del mundo natural que debiera convivir con el sexo contrario--, se entrega a “actos” externos estabilizadores.
El muchacho se incorpora a una estructura que va contra lo que es la persona, estructura que se basa en quebrar el psiquismo y la naturaleza en vez de encauzarla y encumbrarla.

¡Cuántos jóvenes audaces y entregados ven que su existencia, “entregada a Cristo a través de sus hermanos”, comienza a rodar por la pendiente de la soledad interior; de la amargura; del vacío total de amor; del desinterés, la desgana y la apatía...
CÉLIBES Y NO CASADOS.-
Compárense los célibes que lo son por entrega a una profesión que les absorbe, con los célibes por juramento: vida plena en los primeros, existencia que poco a poco terminará arrastrando el celibato en los segundos; vida fructífera en unos, vida que va declinando hacia el sin sentido íntimo en los otros.
Deportistas, abogados, literatos, médicos, cantantes, personas que entregan su profesión como ayuda a países subdesarrollados, investigadores y científicos...
Cierto que también hay religiosos egregios, pero lo suelen ser “a pesar” de su profesión. Su celibato se hace fructífero precisamente por acogerse a profesiones “mundanas”: dedicación a la enseñanza, atención a los desvalidos, trabajo en hospitales, investigación por lo general humanística, lingüistas, etc. Pero esto ya no es componente necesariamente ligado a la fe, aunque pretendan que ésta sea la fuerza que los anima.
Lo que sorprende es que no haya más individuos ilustres en este gremio dado el inmenso caudal de tiempo y medios de que disponen. El día a día es el cáncer del “entregado a Dios”. No pueden por menos que divagar, “divertirse” –del latín “divértere”, dedicarse a otras actividades--, “buscarse la vida”, merodear y olisquear por las basuras que dejan las actividades “del siglo”.
Tomando como objeto cualquier aspecto de sus dogmas o de su “kerigma” (predicación), revuelven modos y maneras profanos para teñirlos, bruñirlos, ponerlos sobre papel “couché”, envolverlos con el celofán de la modernidad...
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(1)A partir del siglo IV y en el Occidente cristiano, se percibe como algo “deseable” para la perfección, pero pasaron muchos siglos hasta “imponerse” por grados, con hitos claros y usos también claros: disposiciones del Papa Calixto II(1060-1124), Concilio de Letrán (1123), relajación , imposición definitiva en el Concilio de Trento (1545). Y los motivos perfectivos para imponerlo, no eran tan prístinos, virtuosos e intachables como pudieran parecer.