Qué difícil se lo pone Dios al que piensa en Él.

Si aplicando el principio de contradicción la razón o la deducción desmontan los cimientos de la credulidad, que no es otro que Dios, ¿qué instancias le quedan al creyente para sustentar su permanencia en esa sinrazón, frente a lo que le dice su entendimiento, que no es otra cosa que su sentido común?  

Muchas veces hemos aludido aquí a la contradicción existente entre lo que se cree sobre Dios y lo que la razón le dice a uno. Más todavía si no olvidamos que la razón es esa "herramienta" de que Dios dotó al hombre para "llenar toda la tierra y dominarla"...

Podrán decir que no todo debe ser objeto de análisis racional. Esta afirmación es absolutamente indefendible porque el hombre ha de “nominar” y entender todo lo que ante sus ojos se presenta. El hombre necesita entender lo que le sucede y lo que hay a su alrededor. Se precaven contra ello diciendo que la razón no puede andar libre por determinadas mansiones del pensamiento y del sentimiento, más o menos, determinados dominios donde tiene sus asientos la fe.

Aun así, seguimos preguntando si la razón puede hozar en la esencia de su supuesto creador. Y seguiremos pregonando que nuestra lógica ha de ser aplicada a su “palabra”, las  Escrituras. Y caeremos en la cuenta de cómo el principio de no contradicción, cuando tropieza con las creencias, se torna contradictorio. Contradicciones y más contradicciones... y Dios se evapora. Piense el que quiera en lo que sigue, algo que a todos cuantos "pecamos" de imparciales nos hace pensar. Y deducir.

  • Dios es suma bondad, pero es preciso temerle, y mucho, porque nos puede castigar con penas eternas;
  • Dios es sabio, pero se ha equivocado muchas veces con los hombres y en sus revelaciones que son “palabra de Dios”;
  • Dios lo sabe todo, pero tenemos que contarle nuestras penas;
  • Dios está en todas partes, pero para hablar con él hay que ir a los templos;
  • Dios se muestra en sus obras, pero esconde con celo muchos misterios de la naturaleza y deja que el hombre se engañe;
  • Dios lee nuestros pensamientos, pero necesita el recitado de plegarias;
  • Dios es justo, pero castiga nuestra debilidad y nuestras equivocaciones. Eso sí, las perdona si uno las confiesa a un cura;
  • Dios es equitativo y ecuánime, pero admite en el cielo al ladrón, al asesino y al que ha causado mal en el mundo si en el último minuto de su vida se arrepiente;
  • Dios es nuestra salvación, pero sólo se salvan los que se integran en determinadas iglesias, sobre todo si son las verdaderas;
  • Dios lo puede todo, pero necesita nuestra cooperación para que reine el bien;
  • Dios es omnipotente, pero hay quien se resiste a él y se atreve a negarlo;
  • Dios es inmutable, pero puede cambiar de parecer por la oración;
  • Dios es siempre el mismo, pero tiene una cara en el Antiguo Testamento y otra bien distinta en el Nuevo.
  • Dios es inabarcable, incognoscible, y sin embargo hay miríadas de libros de teología;
  • Dios ha hablado al mundo de muchas maneras, sin embargo las cuatro quintas partes de la humanidad no saben que tiene un Hijo con el que se comunica por un Espíritu;
  • Dios es necesario, pero la mayor parte de la gente pasa los días, los años, la vida entera sin necesidad de él;
  • La gracia de Dios es gratuita y sin embargo hay que mantener una sociedad "con nómina" que administra dicha gracia, sin la cual no se puede recibir.

Después de toda esta retahíla, hay otros acontecimientos que escapan a la lógica y no tienen cabida en los términos de la contradicción y que ponen en entredicho la esencia providente de Dios. No se puede entender que Dios no haya visto o haya consentido determinados cataclismos, obra de los hombres. Citamos algunos de nuestra presente historia:

  • Auschwitz y sucedáneos.
  • los “gulags” estalinistas,
  • el exterminio de kurdos,
  • las matanzas de Ruanda,
  • las degollinas de Argelia,
  • la situación de Sudán, Etiopía, el Congo...
  • la acción y reacción en Gaza
  • Añádase lo que cada cual conoce.

¿Dónde estaba Dios? Hasta Benedicto XVI se hizo esa pregunta al visitar Auschwitz. Dios, en fin, es la gran contradicción, tan grande que no se resiste a sí mismo y, cuando el hombre piensa, Dios se evapora.

Volver arriba