Cuando la fe hace el ridículo.

Sugiero la lectura o audición de aquel poema que comienza “Benda ti istran plegrim” que no es sino contrafacta de aquella otra en extremo desenfadada y libidinosa, llena de palabras obscenas, que dice “Si habrá en este baldrés – mangas para todas tres”. Remedando el parloteo usado por los “mócaros” (mozos de mulas) locales, termina la poesía así: Marçela çinca maidines – valer Judea confines – taybos no marfuzes rruynes – sy xonar bono tintin (En los confines de Judea, un “marcello” vale cinco “maidines”, buenas monedas, que no falsas y ruines, si suenan con buen sonido).
Entre los músicos distinguidos de nuestra historia, hubo otro español, el sevillano Francisco Guerrero, que con otro espíritu bastante más piadoso realizó su soñado viaje a Jerusalén, con la mala fortuna de ser capturado por piratas franceses en la etapa de Livorno a Barcelona: Digo ciertamente que, con auer andado entre turcos y moros y alárabes, no tubimos pesadumbre ni peligro sino en Francia, dice en su librito “El viaje de Jerusalén”.
En todo tiempo los “santos lugares” han sido fuente de jugosos ingresos, tanto para los comerciantes lugareños como para las iglesias gestoras de los mismos. Han sido y son millones los creyentes que acuden a venerar lo que allí se muestra y se expone. Pero, respondiendo al título, hoy el negocio crematístico, vistas las cosas con asepsia, ha adquirido tintes hasta divertidos y jocosos.
Ya citamos el otro día la parcelación de la Basílica de la Natividad, cuyo pastel se reparten tres confesiones cristianas. Como el negocio se prometía boyante, las grutas se han multiplicado. Así, encontramos una que se llama “la Gruta de la Leche”, beneficiada por los padres franciscanos. Se veneran las gotitas de leche que se escaparon de los pechos de la Virgen, convertidas en piedrecitas blancas.
Otra hay llamada la gruta del “Sueño de José”, donde se apareció el ángel a José para advertirle del propósito de Herodes y para recomendarle la huida a Egipto. A pesar de que los entendidos consideran este pasaje evangélico sólo narrado por Mateo como mítico, también en Egipto se ha alzado el negocio de otros “santos lugares”. Ahí está la iglesia de Mostoros, en el Cairo, cueva donde nada más llegar la Virgen ocultó, bañó y alimentó al Niño. Más al sur está la iglesia de “la Virgen María”, en el monasterio de al-Muharraq. Allí los coptos regentan el negocio que la credulidad procura.
Seguimos en Belén donde podemos visitar la tercera gruta, la de “los Inocentes”, donde fueron degollados los bebés recién nacidos. En una oscura galería de medio punto se muestran las tumbas de los niños asesinados por Herodes. Nadie admite hoy que tal matanza tuviera lugar, pero tampoco es cuestión de privar de ingresos a quienes administran este negocio. La creencia es otra cosa.
Por último, quien pasee sus ocios piadosos por Belén, deberá postrarse a rezar en la "Fuente de la Virgen", lugar donde María calmó su sed y se proveyó de agua antes de partir hacia Egipto.
Pero no terminan en Belén las atracciones pías: los pastores también tienen su protagonismo. En las afueras de Belén la Iglesia católica ha erigido la “capilla de los Pastores”. Y como no podía ser de otro modo, la Iglesia ortodoxa también tiene su predio. Tenemos, pues,en un mismo campo, dos, dignos de veneración o de lo que sea. Lógicamente el “verdadero” es el católico. También se puede visitar la cueva donde San Jerónimo pasó 30 años traduciendo la Biblia. O la Tumba de Raquel, donde no todos pueden entrar dado que es lugar sagrado para los judíos.
Añádanse a los atractivos piadosos de Belén la impresionante iglesia luterana, las mezquitas musulmanas, la iglesia salesiana, la iglesia griega con sus presbiterio decorado de angelitos. Digamos como mérito a su labor educativa que la Universidad de Belén fue fundada en 1973 por los Hnos. de las Escuelas cristianas.
En vista de que el negocio turístico es altamente rentable, dicen que tanto franciscanos como ortodoxos han solicitado los servicios arqueológicos israelíes para “descubrir” más grutas. Seguro que las encuentran… y si no, se las inventan.
Lo mismo que sucede en otros lugares de veneración de segundo grado, como pueden ser Lourdes o Fátima, Belén se ha convertido en un centro turístico –piadoso, por supuesto— de primer orden. ¿Por qué necesita la fe anclar sus creencias en lugares y tiempos cuando, al ser discutidos y muchas veces rechazados por la investigación rigurosa, se escudan en que la fe “verdadera” nada tiene que ver con territorios o acontecimientos históricos?
Al menos una consecuencia positiva se deriva de tal baturrillo: el turismo de la fe, y suponemos que en la mayoría es auténtica fe, necesita de una logística. Así los más de 25.000 habitantes la ciudad de Belén, situada a 9 km. de Jerusalén pero regida por la autoridad palestina, se aprovechan de la marea de peregrinos. Su economía está hecha de hoteles, más de 30, pensiones, restaurantes… Y, cómo no, multitud de tiendas de recuerdos donde se venden rosarios hechos de huesos de aceituna del Monte de los Olivos, botellitas con la infecta agua del Jordán, pétalos de rosa del huerto de Getsemaní, metacrilatos variados, estampas, imágenes, maderitas del olivo donde se ahorcó Judas, coronas de espinas (al ateo Carod-Rovira Dios confunda)… y camisetas del Real Madrid. Añádanse hamburgueserías, kebabs, puestos ambulantes de quincallería sagrada…
En fin, que la fe necesita tener anclas que se sumerjan… en la tierra. Y sin