¿En qué se muestra la dignidad de una persona?

Contradicciones y más contradicciones entre perspectivas racionales y perspectivas crédulas. En el enfoque, en el diagnóstico y en el tratamiento. ¿Qué es la dignidad de la persona? ¿Dónde se encuentra?
Preguntas en una dirección: ¿Se encuentra en ser hijos de Dios? ¿En vivir una vida “de gracia”? O, como está sucediendo hoy, ¿en “ir tirando”?
Preguntas en otra dirección: ¿En llevar una vida “digna”? ¿En prosperar y realizar su vida en plenitud individual, familiar y social? ¿En buscar y conseguir cierto grado de felicidad en la tierra? ¿En vivir libres y desarrollar sus facultades “espirituales”? ¿En aportar a la sociedad todo aquello que sus facultades y aptitudes, desplegadas al máximo, son capaces de generar?
O, en términos rotundos: Nacemos... ¿para qué? ¿En qué contexto? ¿Con qué perspectivas? ¿Con qué medios? ¿Cómo conseguir vivir dignamente?
La Organización Crédula se opone frontalmente a los métodos anticonceptivos. Los argumentos son de lo más variopinto, pero uno de ellos es sublime, que es el que me ha dado pie a este artículo de hoy:
La naturaleza selecciona a los moralmente más aptos para la supervivencia y el crecimiento... La naturaleza constantemente tamiza, purifica y refina la calidad moral de nuestra raza mediante el tamiz de la obediencia a las leyes de Dios. (1)
Causa perplejidad intelectual ver afirmaciones de esta ralea, que contradicen de forma brutal los mismos presupuestos crédulos acerca de la dignidad de la persona.
Porque al punto se nos vienen a la mente dos consideraciones elementales, la una relativa a ese novedoso y extraño concepto científico introducido en la teoría evolutiva, "la moral”, que causa estupor o hilaridad, según se tome; la otra puramente estadística o sociológica: la alta tasa de natalidad --y de mortalidad--, en los países pobres.
Se olvida el hecho científico primario: donde la especie está amenazada de extinción, el individuo procrea con mayor abundancia.
Pero no se tienen en cuenta ni siquiera los hechos: en los países prósperos el índice de mortalidad infantil es bajísimo; los niños crecen pletóricos de salud; desarrollan su inteligencia de manera más amplia por la educación obligatoria; su constitución física es proporcionalmente más saludable; su longevidad es mayor; viven en ambientes seguros y estables; tienen oportunidades mayores de progresar...
En los países pobres, con más índice de natalidad, la selección natural produce también individuos fuertes, resistentes, sanos, pero a costa de dejar en el camino –el camino de la muerte— a un número más elevado de ¡personas!.
¿Se fija la credulidad sólo en los que sobreviven? ¿Se olvida de que, los que murieron, también eran personas, hijos de Dios, nacidos para crecer, desarrollarse, perfeccionarse y, al término “natural” de sus días, morir? ¿Los que murieron era porque su moralidad iba a ser perversa? ¡Ah, la estulticia de los sillones y poltronas!
(1)John Sasaki, de la Pontificia Comisión sobre Población y Problemas de la Familia.1965. Quizá hoy, pasado tanto tiempo, piense de otra manera.