¿Por qué hay más mujeres que hombres en las misas?

Escribe: Concepción Fernández Franco.

Domingo, día del Señor. Tópico ampliamente repetido en círculos practicantes. “Obligación de oír misa entera”, según continúan recordando algunos vicerrectores a los retardados de turno.
Al hilo de tal celebración dominical, se suscita una tertulia con relación al público asistente a las misas dominicales y por extensión también al asistente a las misas de diario.

La pregunta: ¿Por qué el porcentaje mayor de devotos y participantes en el acto central del catolicismo se da entre el elemento femenino?
[En la misa de 11 de ayer había 34 féminas y 11 varones, es decir, un 75% de mujeres. A diario el porcentaje puede subir más.]


La razón “trabajo profesional”para la ausencia de hombres no es tal, dado que la edad absoluta de tales asistentes supera ampliamente la edad de jubilación. Dato éste que podría dar pie a interpretaciones varias.

Recojo respuestas que son de lo más variado. Enumero y comento partiendo del hecho científicamente innegable de la diferencia psicológica entre hombre y mujer. Hay toda una sección de Psicología dedicada a lo que se llama “psicología diferencial”. No es el caso profundizar en ello, porque no viene a cuento.:

a)Sensibilidad para el misterio. Podríamos extrapolar el hecho y añadir que la mujer vive con otra sensibilidad los hechos que se refieren a la vida. La vida que ella lleva en su seno y transmite. La mujer parece sentir “lo misterioso” de otra manera, como si entreviera que “ahí” hay algo que “se me escapa”.

b) La mujer se rige más por el afecto y los sentimientos. Lo cual, aplicado a las ceremonias religiosas, vendría a decir que en ellas encuentra sustento adecuado, las vive, las aprecia y gusta de ellas.

c) Son más intuitivas y emocionales. No buscan “la razón de las cosas” al modo que hace el hombre; no inquiere causas y razones, vive lo que encuentra y lo que le dan hecho.

d) Viven y buscan el amor. En la relación humana entre hombre y mujer, ésta no busca tanto el goce físico cuanto la comprensión, el afecto y la ternura. Las narraciones evangélicas dominicales inciden una y otra vez en ese aspecto, el del amor: la mujer lo vive y lo siente de otra manera, de modo más holístico, más personal y, quizá, más humano en el amplio sentido de la palabra. En este sentido la religión católica es una religión femenina.

e) Por esa facilidad para prescindir del goce físico buscando la unión amorosa, la mujer tiene mayor capacidad para intuir lo espiritual, para “entender” más a Dios, fuente y origen de todo lo que conlleva el concepto y la palabra “vida espiritual”.


f Por su capacidad intuitiva captan los sentimientos de los demás con mayor facilidad, rasgo éste que coadyuva a la “formación de iglesia”, de grupo, de comunidad. Se siente más unida al resto de asistentes, participa más del acto que aúna.

g) Al ser más influenciables, se mueven más por las circunstancias, pletóricas siempre de sentimientos. Y en la asistencia al rito dominical la mujer siempre encuentra "circunstancias positivas", que incitan al bien, al amor, al desprendimiento, a "darse a los demás".

h) Encontramos otro aspecto curioso en la psicología de la mujer, cual es la búsqueda del detalle, la perfección en lo pequeño, el dejar de lado los aspectos globales de la vida. De ahí su inmersión en los pequeños aspectos del rito, el deseo de ayudar y cooperar en las tareas de la iglesia, el sentirse útil en lo que ella puede.

i) Dado que todos esos aspectos se fortalecen, vigorizan, alimentan… en los ritos, la mujer siente una necesidad de asistir a los mismos para encontrar satisfacción personal. Tal asistencia parece que le aporta paz y serenidad de espíritu.

j) Hay un elemento cultural acumulado a lo largo de los siglos, la secular y obligada dependencia del varón. Digamos de antemano que más por imposición del varón que por volutad propia, como el siglo XX ha demostrado (el mundo occidental va siendo "ocupado" por la mujer, con generalizada presencia y relevancia en puestos intermedios, puestos laborales sin los cuales la sociedad no funcionaría). En este aspecto la Iglesia no ha evolucionado al ritmo de la sociedad civil. Todavía colea el espíritu de siglos pasados. La sumisión de la mujer a la norma, al mandato y a la ley se ha hecho elemento consustancial. Repetimos, por imperativo cultural. De ahí que a la mujer le cueste más contravenir la ley que "ellos" dicen "de Dios". Acepta "gustosamente" lo ordenado y lo cumple. La norma "oír misa los domingos" bajo "pena" de pecado mortal ha generado en la mujer una dependencia más fuerte que en el hombre.

k) Hay que añadir otro elemento ligado a la edad: conforme se van acumulando los años, en la mujer se acrecienta la ansiedad ante la muerte. Con la práctica de determinados ritos, con el consuelo de la palabra, con la vivencia sugerida de vida eterna, esa angustia parece disminuir. Pecados o errores quedan borrados emocionalmente del horizonte senil.

l) Podríamos haberlo puesto antes, porque tan importante como los motivos anteriores es el papel social que cumple la celebración religiosa: en el ámbito del templo la mujer encuentra compañeras con quienes charlar; puede “sentirse alguien” leyendo, recitando o cantando; tal acto rompe la monotonía de los días; eleva a la persona sobre la diaria vulgaridad de programa tras programa de TV…

Puede haber otras razones, pero estos aspectos fueron los que debatimos en la tertulia. Queda ahora el comentario de quien esto lea, suprimiendo o añadiendo lo que fundadamente estime oportuno.
Volver arriba