La plaga secularizadora: ¿también en España?

Leo una noticia alarmante, aunque  alarmante según para quién y según el crédito que merezca:

Japón, Reino Unido, Canadá, Corea del Sur, Holanda, República Checa, Estonia, Alemania, Francia y Uruguay son países en los que la religión era muy importante hace apenas un siglo, pero en los que en la actualidad las tasas de creyentes se sitúan entre las más bajas del mundo.

Se afirma en la misma noticia que la religión desaparecerá en estos países. En cada uno de ellos los porcentajes relacionados con el asunto sí indican un retroceso a primera vista imparable. Por ejemplo la República Checa presenta una de las tasas más altas de irreligiosidad en Europa, con un 59 % de la población identificándose como atea o agnóstica. Asimismo, el fuerte descenso de la filiación religiosa en Irlanda sorprende porque siempre ha sido un país “muy” católico.

Nadie sabe la evolución en un futuro lejano, pero es altamente improbable que estos países abandonen completamente las creencias religiosas, porque la religión también implica identidad cultural en la vida de una parte significativa de la población. Otra cosa son las instituciones religiosas y su influjo en la vida pública. Es evidente que su proyección, incluso prestigio, en las decisiones políticas es hoy prácticamente nula.

Las causas de tal declive son varias, apuntándose teorías diversas, como la secularización de la sociedad, indicando que cuando  aumenta la educación, la ciencia y la seguridad económica, la religión declina; otra teoría, el pluralismo religioso, indica que una mayor diversidad lleva a menor religiosidad institucional;  por último, la teoría del mercado religioso dice que la religiosidad se mantiene, cambia o disminuye según la “competencia” entre religiones y la libertad religiosa.

Hay factores sociales que han incidido de forma negativa en la religiosidad, como el aumento del nivel educativo y el bienestar económico. También es un hecho constatado que disminuye en sociedades urbanas. La fortaleza y confianza en las instituciones públicas y científicas hace que el influjo religioso disminuya. Finalmente, los escándalos ocurridos en instituciones religiosas ha sido un factor influyente en su retroceso, casos muy extendidos y divulgados por todo el mundo.

En 2017 apareció un estudio sobre la importancia e influjo que la religión tiene en la vida diaria de la población y en la percepción que los individuos tienen de su vivencia religiosa. Recojo algunos porcentajes: Etiopía,  98%. Indonesia, 93%. India 80%.  Colombia 77%.  Grecia 56%.  EE.UU. 53%.  México 45%. Chile 41%.  España, 22%.  Vietnam 18%.  Rusia 16%.  Francia 11%.  Alemania 10%.  China, 3%.

España no es ajena al proceso de secularización que se da en sociedades occidentales avanzadas ni las causas son distintas  a las apuntadas más arriba.  Cada cierto tiempo el CIS ofrece estadísticas precisas y aclaratorias del fenómeno: entre el año 2.000 y 2.022, el número de los que se consideran creyentes ha bajado del 80% al 60%, sabiendo que entre las generaciones jóvenes e individuos con niveles educativos más altos, el porcentaje desciende. Más aún, el número de personas no religiosas como ateos, agnósticos o indiferentes ha crecido del 20% al 40%. 

La secularización de una sociedad que toma conciencia del status que le corresponde dentro del devenir histórico propio no es sólo disminución de las prácticas rituales; implica algo más, entraña también una transformación en la función social de la religión. Todavía el estamento clerical es visible en ciertos actos sociales o políticos, cierto, pero ya va calando la nueva percepción que tiene pueblo de su presencia como algo extemporáneo, arcaico o fuera de lugar (South European Society and Politics, Miguel Requena).

 Y encontramos en España los mismos elementos determinantes de esta situación: la modernización de España y la extensión generalizada de la educación, considerando la enseñanza de la religión como algo optativo y con un enfoque más histórico que catequético; el cambio generacional, que se manifiesta en un desapego casi total de las generaciones más jóvenes; la inmigración, con alta presencia de comunidades musulmanas y visibilidad de sus mezquitas, así como iglesias evangélicas, lo cual produce un sentimiento de relativismo sobre cuál sea la “verdadera” religión.

¿Cuál puede ser la prospectiva que se cierne sobre la religión católica? Es difícil pronosticar nada, porque su presencia es ubicua. El templo suele ser el edificio señero en todos los pueblos de España; la pequeña historia de los pueblos se nutre de actos y efemérides religiosas; el arte suntuario no se entendería sin la consideración de catedrales y monasterios y el número de clérigos y religiosos, sobre todo féminas, es todavía considerable.

Cosa bien distinta es el día a día en la religiosidad de las personas. Los creyentes fieles y verdaderos apenas si tienen fuerzas para defender su credo cuando sale a relucir la religión en tertulias y conversaciones de bar o de plaza. Su creencia sólo se siente segura en los círculos cerrados en que se manifiesta.

Volver arriba