El porvenir de la Iglesia Católica en Europa (5/5)

19. Alianza con el poder y búsqueda de la prebenda. Con uñas y dientes está luchando la Iglesia por ver una referencia institucional en la Constitución Europea sobre el influjo cristiano en el devenir histórico de Europa. También lo hizo, aunque en menor medida porque lo tenía más fácil, cuando se redactó y aprobó la Constitución Española. ¿Por qué? Ni más ni menos porque sin referencia no existe y porque de los principios generales se deducen prebendas futuras.
Además de esa vía institucional cada vez más dudosa, a la Iglesia siempre le quedará ese sibilino actuar por el patio trasero de las instituciones. Sus alianzas son numerosas, sus contactos efectivos, sus recursos polimorfos. Las palabras de consuelo y eternidad tienen buena acogida en quienes lo tienen todo aquí, pero dudan de lo "de allí".
20. Ostentación de poder temporal: el Estado Vaticano. Pocas veces se piensa en la irracionalidad de iure y de facto que supone la existencia de un estado de estas características. Estado, no se olvide, producto engrandecido gracias a una mentira: la Donatio Constantini. Jamás hubo contradicción tan grande entre las palabras expresamente proferidas del Fundador y ¡Pero no pueden dar marcha atrás! Es tan grande el monstruo administrativo generado que sería una debacle. ¿De verdad lo sería? Que cada uno deje correr su imaginación respecto a una iglesia no cimentada en la burocracia que presupone estados cuando la realidad es al revés.
21. Dejadez patrimonial: sólo lo que interesa, que es la vez síntoma de ruina social interna. El patrimonio engordado durante siglos, se está viniendo abajo. Y ante el grito de las mismas piedras, sólo las instituciones estatales tienen el remedio. ¿Y qué hace la Iglesia? Dejarse querer, pedir, poner argumentos... todo para seguir manteniendo los inmuebles y que nada se altere en el Registro de la propiedad.
22. Juicios de valor sobre materias que no le competen Es normal que la Iglesia defienda sus principios constitutivos. Pero ya se le ha dicho que tales principios chocan frontalmente con los que rigen nuestra sociedad, que parten de principios inaceptables, principios que de ponerse en práctica supondrían un retroceso social impensable... Por otra parte defienden o propalan algo en lo que la mayor parte del pueblo está de acuerdo: la regeneración moral. Pero ni son ellos los guardianes del orden moral ni deben erigirse en portaestandarte de su revitalización. La sociedad se basta a sí misma para tales menesteres. Y si todavía no es así, precisamente es por la confusión que todavía existe en la mentalidad social. Queriendo desligarse de prácticas crédulas, se entrega a prácticas inaceptables.
Da la sensación, a la vista de la letanía anterior, que el ciclo biológico de la creencia católica ya ha llegado a su término, ya ha cumplido su función, ya está listo para ceder el paso a otras creencias. Posiblemente a una Iglesia “urbanita”, dado que en Occidente la sociedad, incluso la agraria, tiene un modo de vida urbanizado.
Los sucedáneos de creencia que en la actualidad ofrecen determinados lenguaraces de la fe pecan de lo mismo, aún más exacerbados todavía en sus credos descarnados (v.g. Testigos de Jehová). La mayor parte de tales predicadores no ofrecen nada en absoluto, solamente se sirven de los medios de comunicación para generar problemas no vislumbrados por los atónitos fieles accediendo ellos a la solución oportuna, previo pago del oportuno estipendio.
Lo mismo que grandes religiones han fenecido –las causas ya han merecido estudios especializados--, la Iglesia católica está en rampa de bajada que lleva directamente a la consunción.
No está en nuestra intención señalar los caminos regenerativos, porque precisamente propugnamos su desaparación tal como es hoy y, como mucho, su transformación en sociedad aceptable y asimilable.