¿Y si lo que predican es mentira? (3)

Como cualquiera puede entender, las razones aducidas por el creyente piadoso no tienen la más mínima consistencia respecto a entrever un personaje real deducido de los escritos neotestamentarios.

En todos los credos, sea la religión o creencia que les embarga, se encuentran personas que han “gozado” de sensaciones interiores, que ellos llaman “convicciones”. Creen a pie juntillas que “eso” proviene de su religiosidad, de su unión con el que sea, dios, profeta o enviado de Dios. En otros tiempos hablaban de visiones, arrebatos, iluminaciones o experiencias místicas. Ahora no sabemos si tales vicisitudes se siguen produciendo.

Pero hay otra salvedad importante referida a estos creyentes piadosos cuando afirman que ellos siguen a Jesús. ¿De veras siguen a Jesús? No es lo mismo seguir a alguien a quien se puede ver y se le puede escuchar de primera mano, que seguir a unos gurús, maestros, guías espirituales o burócratas religiosos que predican e interpretan determinados textos bagaje de su cultura.

Textos, en el caso del cristianismo, escritos por personajes que recogieron testimonios sobre un tal Jesús de Nazaret, al que no conocieron ni convivieron con él. Lo dicen los que saben de esto. La diferencia es, para cualquiera, fundamental y relevante.

Respecto a tales escritos, de nuevo algunas acotaciones. La pseudo epigrafía ha sido una actividad fraudulenta que ha tenido vigencia desde tiempos inmemoriales hasta nuestros días, aunque hoy sea más fácil descubrir tal engaño. Consistía en escribir algo y atribuirlo a otra persona más encumbrada literaria, religiosa o filosóficamente.  Son proverbiales las falsificaciones del siglo IX poniendo en boca de papas disposiciones y decretos para asegurar posesiones o poder. Para los estudiosos de tales textos es una dificultad imposible la atribución de tales textos a un autor determinado.

Eso sucede con el Nuevo Testamento. No se sabe quién escribió tales o cuales evangelios, tales o cuales cartas, aunque en el caso de Pablo de Tarso sí se han llegado a discernir autorías. Apologistas cristianos hay que afirman respecto a tal práctica que no era algo moralmente censurable, que era una técnica común en las escuelas de la época, digamos el helenismo, y que se daba con frecuencia en tiempos de los grandes sistemas filosóficos griegos.

El escritor e investigador  Karlheinz Deschner (1924-2014) ha demostrado contundentemente que incluso en la antigüedad tal práctica era considerada como deshonesta y fraudulenta. Recojo de su obra “Historia Criminal del Cristianismo”, tomo IV (Falsificaciones y engaños), lo que sigue respecto a los escritos del Nuevo Testamento:

Los investigadores al aplicar ciertas técnicas, para determinar quién está hablando, cuál es su mensaje, el cuándo y el por qué, han concluido que los escritos más antiguos de los primeros cristianos son las cartas de San Pablo. Estas probablemente datan del comienzo de la quinta década del primer siglo - bien después de los eventos de la vida de Jesús. Además de esto, no todas las epístolas que se encuentran en la Biblia como obras de Pablo, son realmente suyas, sino como se mencionó anteriormente, algunas fueron escritas por otras personas, quienes las atribuyeron a Pablo.

Las cartas paulinas fueron escritas antes que los evangelios, y ninguno de estos es anterior a por lo menos la séptima década.  Los textos aceptados genuinamente como obras de Pablo son Gálatas, 1 de Tesalonicenses, 1 y 2 de Corintios, Romanos, Filemón, y Filipenses.

Al examinar las cartas paulinas genuinas de forma aislada, queda claro que Pablo

  • no tenía ninguna idea del nacimiento virginal de Cristo,
  • nunca afirmó haber vivido en la época de Jesús,
  • ninguno de sus mentores era contemporáneo de Jesús,
  • no dice que Jesús hubiera hecho cualquier milagro.
  • Pablo tampoco asoció la muerte de Jesús con el juicio ante Pilatos.
  • Pablo nunca corroboró la existencia de un Jesús en la primera mitad del primer siglo.

Al revisar otros escritos cristianos anteriores a los cuatro evangelios, ahora considerados como apócrifos (que no pertenecen a la Biblia), queda claro que estos omiten las mismas cosas que Pablo omite, lo que nos lleva a pensar que los hechos biográficos asociados a Jesús fueron inventados posteriormente.

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