Qué queda de la Navidad


Las navidades ya no son lo que eran. O al menos así lo parece. Quizá los años, los de uno, coloquen la mente en otro estado (mental, aunque también físico) y lo que antes encandilaba ahora produce hasta fastidio. ¡Cuántas veces oímos eso de “Estoy hasta las narices de la Navidad, cuándo pasará”! Y la hartura de comidas, de aglomeraciones, de compras y regalos, de atascos y limitaciones impuestas por carmenidades sobrevenidas.

¿Tienen razón quienes así se expresan? Bueno, es un hecho. Y los hechos se comentan, se reprueban o se admiten, pero ahí están.

Pero a lo que vamos: ¿qué es hoy la Navidad, o las navidades, que tanto han cambiado en unos pocos decenios? ¿O las navidades son únicamente para los niños? ¿Son, por obligación, reencuentros familiares? Decimos para los niños porque con eso de las luces, las compras, los regalos, los villancicos y los belenes son los niños los que más se extasían.

¿Qué era antes la Navidad? ¿Merecería la pena que todo volviera a ser sentido y vivido como antes? Fundamentalmente la Navidad se resumía en vivencias y celebraciones religiosas. El aura con que se recubría la misa “del gallo”; el besa-niño de las misas; los villancicos a coro en la celebración litúrgica; las referencias a los cantos de los ángeles; los conciertos de Noel...

Y el belén casero, con los tres Reyes adelantando el paso cada día hacia el Portal y el temor en el cuerpo por la presencia del palacio de Herodes. Manifestación constante en el propio hogar del “misterio”. Todo ello tenía un componente de magia, de misterio vivido, de hábito social renacido año tras año.

Hoy queda la cáscara y el recuerdo. La celebración quedó recluida en el pretérito imperfecto. El regreso a la infancia que suponía la Navidad pasó a mejor vida. Querer recuperar el pasado pretendiendo vivirlo como entonces se vivía es un acto de voluntarismo huero. El tiempo y el conocimiento ponen las cosas en su sitio.

Una encuesta en la calle de dirección única, Preciados, revelaría desconocimientos reveladores. Sin hacer tal encuesta, presuponemos resultados, el más significativo la ignorancia de lo que significan incluso los nombres implícitos. Navidad ya ni se relaciona con “natividad”, seguro. Tampoco se sabe si el Niño nació o no el 25 de diciembre, se da por supuesto porque da igual el día en que naciera. Y ya no digamos la relación de tal fecha con el solsticio de invierno.

Tampoco sabrían decir por qué se adornan árboles en Navidad; ni de dónde eso del título anglosajón “Christmas”; ni tampoco eso de “Noel”; ni por qué San Nicolás se empotra en festividades donde apenas si San Esteban y los Inocentes se citan.

Decíamos arriba que el tiempo, es decir, los años que se van adhiriendo a la existencia de cada uno, y el conocimiento de quien se interesa en saber todas esas menudencias, ponen las cosas en su sitio. A fin de cuentas y por resumir conceptos, la Navidad es lo que es, no otra cosa que una imposición religiosa encastrada en la vida social.

Una imposición, como toda la secuencia ritual del año, con mandamiento incluido: “Oír misa entera todos los domingos y fiestas de guardar”. Sin embargo la Navidad tenía algo especial. Resultaba y todavía resulta conmovedora, tierna, sentimental y afectiva, como vivencia de abuelos del crecimiento de los nietos. Y en esta vivencia se incluyen los padres y hasta las tías por mezclarse y fomentar la rutina gozosa de los infantes.

Navidad como apócope de “natividad”. Noel como “nowell” o abreviatura de “nouvelle”. Día del nacimiento de Jesús, 25 de diciembre, fecha propuesta por el papa Julio I en el año 350 sospechosamente coincidente con el resurgir del sol tras los días de solsticio de invierno. Y algo todavía más desconocido, el “risus paschalis” dentro de las celebraciones religiosas, jolgorio bien pronto reprimido porque la seriedad de las celebraciones litúrgicas así lo imponía. Christmas, vocablo anglosajón para “misa de Cristo”. El belén de San Francisco de Asís. Resurgimiento de Yule, festividad germánica pagana, con entrega de regalos y cánticos. La Hannukah judía. La Pancha Ganapati entre los hindúes.

Como decimos, de todo eso sólo queda la cáscara, una monumental cáscara que invade calles, espectáculos, conciertos, anuncios, entretenimientos y fiestas en general. Nada o bien poco de celebración religiosa. Nacimiento de un Dios o de un Sol como pretexto.
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