La religión como sucedáneo.

Es lo que tiene "saber" tantas cosas sobre Dios, ése que dicen que es el gran desconocido, el inabarcable por el hombre, el que nos ha creado por amor, el que nos ha salvado de no se sabe qué, quien alivia nuestras miserias, el que nos tiene reservado un mundo de felicidad... Y lo que tiene es que aquellos que así lo creen piensan que es la "única vida válida". Desde luego si aspira a ser eterna así debe ser.
Y lo que tiene es que pretende alzarse con el santo y seña de lo que es la vida real y diaria, la que tenemos que construir, la que tenemos que forjar, la del "pan nuestro de cada día". Todo se convierte en una inmensa y descomunal sustitución.
La psicología de lo humano, se hace interpretación teológica y recetas farmacéuticas de contrición y dolor. El "comerás el pan con el sudor de tu frente" --el trabajo como castigo-- queda obviado englobándose en los cientos de formas de librarse de él, entre ellas integrándose en órdenes que todo lo dan resuelto. Si el hombre, en su inagotable afán de poder y riqueza, se construye palacios y casas señoriales, Dios no puede ser menos: Europa, donde el catolicismo tiene su máxima expresión, se puebla de catedrales, cenobios, monasterios, palacios episcopales... Y si el reino de la tierra pretende ser imperio, el Reino de Dios se convierte en universal del que el fiel ha de ser soldado ignaciano con todas sus consecuencias
Cuando la sociabilidad del hombre amalgama fiestas que le hacen olvidar los días de laboreo, el Reino de Dios y su Cristo en la tierra no puede ser menos: "dies dominica", fiesta del patrón, fiesta del misterio, "tiempos fuertes", fiesta del dolor, fiesta de la madre que sufre... Todo lo humano se trueca en festejo derivado.
Si el secular deseo de conocer y salir del espacio colonizado, hoy convertido en turismo de masas, hace a los hombres viajeros, la religión proporciona "lugares sagrados a visitar", centros de la religiosidad, Mecas de "una vez en la vida", "santos lugares" que franciscanos de turno facilitan, Compostelas lejanas, ermitas donde el milagro alzó su nido y que anualmente festeja...
El simple paseo del grupo se torna procesión "a los bestia", donde refulgen los lábaros de la credulidad, salidos de la forja orfebre de plateros, doradores y artistas varios, tiempo ha seducidos por lo sacro o simplemente bien pagados por los regidores municipales ávidos de poseer en su suelo lo más grande y mejor o, al menos, algo que destaque del resto de los villorrios vecinos.
Todo lo humano se sublima en la religión de tal manera que deviene trasunto del glorioso futuro que nos espera: si esto puede hacer el hombre en la tierra, cómo será el reino de los cielos, deduce. Es el hombre que, crédulo de sí mismo, piensa que la acumulación de "cosas" es sinónimo de "esencia" y "sustancia". También en la religión, que todo lo sublima en "cosa celestial".
Sí, así es. La religión siempre ha querido alzar una segunda vida paralela a la vida humana, bajo el presupuesto de que ésta no llena al hombre y está hecha de calamidades y miserias. Lo ha pretendido en todos los campos de la vida: el laboral, el cultural, el festivo, incluso el científico.
¿Diremos que todo eso debe quedar arrumbado para que el hombre retorne, en un monumental ejercicio de humildad, a lo que es, una parte más de la Naturaleza? Decididamente SÍ. ¿Que todas esas manifestaciones "humanas" ligadas a lo religioso han de quedar proscritas y eliminadas como si zapateril mentalidad se tratara? Decididamente NO.
Motivo: no ya el licenciado en Enseñanza Primaria, pero ni siquiera el filósofo del siglo XXI han elaborado un ideario de sustitución a la altura y con la vitalidad y virtualidad del pensador religioso del XII. La religión sigue viva en lo más hondo del hombre, más que nada porque todavía es un consuelo sin repuesto. Y la religiosidad popular pervive sin encontrar sustitución. Desde las más hondas visiones de la vida hasta el santoral del calendario.
En el descenso de nivel, en el pasear inquietudes por las calles de ciudades o aldeas, encontramos lo mismo. Los jóvenes siempre serán así: su búsqueda del mundo ideal los hace enfrentarse al mundo dado; el joven que es capaz de reflexionar sobre el "botellón" que culmina su semana las más de las veces "de paro", con seguridad no encontrará sentido a este modus viviendi. La fe lo ofrece "en plenitud". Los adultos que nunca han tenido relación con el pensamiento y lo reciben en píldoras teológicas, verán que su pensamiento engorda o comienza a funcionar de otra manera.
Los más íntimamente relacionados con el meollo de la fe, los teólogos, vivirán en la dicotomía que los sustenta: primero, "es su vida laboral" de la que no puedden prescindir. Pero, además, no han hecho otra cosa en su vida más que encontrar sentidos ocultos en una palabra hebrea mal traducida, algo que seduce, encandila y subyuga.
Y están los que han encontrado un filón de conocimiento en la literatura multisecular que ahora descubren. Y los hay que, embargados por el deseo de darse a los demás, encuentran un sentido a sus ansias entregándose a labores de beneficencia.
¿Podemos, en conciencia, juzgar a unos y a otros? No. No se puede alegremente juzgar a quien alza el edificio de su existir sobre los cimientos de lo que él cree la verdad. Pero tampoco se puede dimitir del pensamiento crítico que es, en otros, guía de su razón. Si decimos que esa vida no es plenitud existencial sino sustitución, lo decimos con todas las consecuencias.
Una de ellas, como muestra, es el afirmar que el mundo debe funcionar mejor con la guía de la justicia, que no de la caridad. La caridad es concepto religioso; la justicia es concepto del hombre. Es más digno de la persona recibir el pago condigno al trabajo bien hecho --también es justicia el adverbio "bien"-- que la dádiva conmiserativa que sustenta, sí, pero denigra a la persona receptora.
Pero todavía encontramos un "mientras tanto". Dado que no reina en el mundo la justicia, no se puede prescindir de la caridad. Y por la vía contraria, también ha de haber hospitales que curen de la fe, comenzando por el Génesis. Auqel inicial "creced y multiplicados y dominad la tierra", deriva hoy en "pero no tanto" o en un Greenpeace beligerante.