El rodeo del milagro o los milagros que nos rodean.


Marie Simon-Pierre dice, afirma, está convencida, propaga a los cuatro vientos... --y se lo creen--, que el Señor ha hecho cosas grandes en ella por medio de su siervo Woytila, más conocido como JP-2. Y dado que lo cree... ¡pues habrá que dilucidar si es verdad! Lo cual es oportuno, justo y conveniente.

Pero ¿no estará ya la verdad prejuzgada? ¿No será que, por ser cosa a creer, el milagro "es"?

¿Tan simple es la credulidad? ¿Así de sencilla es la fe? ¿Porque lo diga ella tiene que ser así? ¿Y los demás, los que convivimos diariamente con ellos, tenemos que creerles lo que dicen? ¿Y el hecho es cierto y real aunque los ajenos a la trama no lo creamos?

Terrible y embarazoso asunto el de los milagros en un mundo como el de hoy donde es posible la contestación con la garantía de conservar la cabeza unida al cuerpo, donde la duda no se guarda dentro sino que se esparce a los cuatro vientos con la marejada de internet, donde la disensión está a la altura del consenso.

¿Milagros hoy día? Son... pero sólo si se creen. Son... pero sólo si lo dicen ellos. Son... en tanto en cuanto queden certificados por la autoridad que se erige en comisión y garantía de tal fin.

Y si no asentimos, nos llamarán de todo: ofensores, cobardes, perversos y pervertidos, incrédulos, malnacidos, sin remedio (Véase “Servus veritatis” 29.03.07).

¿Y qué criterios “de verdad” utilizan para certificar tal verdad?

Por una parte dicen que hay que creer y que el milagro sólo se ve con los ojos de la fe. Pero al mismo tiempo caen en la gran paradoja de que, para certificar tales milagros, utilizan signos, elementos y metodologías tomados de la ciencia, para dar el marchamo de autenticidad a algo que antes era inexplicable.

Y, a pesar de todo, tales milagros quedan en en:
--intervención divina para “los que así lo creen” y
--hechos misteriosos e inexplicados –que no inexplicables— para quienes no aceptan el simplismo del “deus ex machina”.

Hecho anecdótico aparte, ¿por qué todos los milagros, todos, hoy día tienen que ver con la salud? ¿Tan mal está la Seguridad Social?

¿Cuántas personas sensatas fuera del mundo crédulo pueden afirmar que lo sucedido a esta monja es un “milagro”? ¿Alguien ajeno a la fe o perteneciente a otras religiones les concede algo de credilibilidad o da su asentimiento?

A pesar de sus procesos, sus comisiones, sus certificaciones, sus informes, sus "ex cathedra" no se llega a otra cosa que a “creer” que es milagro. No “se sabe” que es milagro, sólo “se cree”.

En el largo proceso de la beatificación o santificación, siempre hay un momento en que se pasa del plano racional –comisiones, abogados del diablo, documentación, testigos, etc— al plano suprarracional, mistérico, de fe. Es en ese paso donde quiebra el conocimiento, donde se produce el manido “post hoc, ergo propter hoc”: Los médicos no pueden curarme, yo he rezado a Carol Wojtila, luego lo que me ha sucedido es un milagro. Así de simple.

El “reduccionismo” es un proceso mental que minimiza lo que es complejo y lo reduce a asertos asimilables por la mente. Si siguiéramos un camino “in contrario”, nos veríamos obligados a tener que dar asentimiento a verdades de por sí absurdas pero que no lo son “porque se creen”.

En la vida corriente nos encontraríamos con absurdos tales como:

--yo creo que por medio de la oración una gallina se puede transformar en cerdo;

--yo creo que si todos los católicos a la vez lo piden, comenzará a llover en el Sáhara;

--yo creo que si varias personas miran fijamente y a la vez al foco canceroso, éste desaparece;

--yo creo que el salario mensual no sólo puede llegar a fin de mes sino al mes siguiente
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Como yo lo creo, los demás deben asentir en su posibilidad milagrosa. ¿Así de simple? ¿Así de absurdo? Reduccionismo.
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