Un túnel de muerte, el siglo XX.

En distintos canales de TV vienen recordando --celebrar es imposible-- la tragedia vivida por Europa, la Gran Guerra, que dirigentes "sonámbulos" no supieron conjurar o más bien quisieron entrar.

Sólo después de haber salido del túnel que ha sido el siglo XX podemos echar la vista atrás no para recordar, que algo así ni siquiera lo admite el recuerdo, sino para imaginar lo que ha sido, porque ni antes ni después alguien podría haber sospechado hasta dónde podía llegar el frenesí humano.

El mundo del siglo XXI debe vivir con la conciencia de pasar página de tanto horror para construir un mundo nuevo: crímenes masivos cometidos por los gobiernos en todos los continentes de nuestro planeta, en nombre de la raza, la nacionalidad, la religión, la economía o la ideología secular; destierros; el Holocausto; los GULAG de Lenin y Stalin; linchamientos; esclavitud real; el “Gran Salto Adelante” de Mao; los asesinatos masivos de Pol Pot; el caos de América Latina...

No hay resarcimiento posible. ¿Justicia? ¿Persecución? ¿A quién y contra quién si los responsables han pasado al limbo de la Historia?

El único es el de la conciencia. Saber hasta dónde puede llegar la maldad humana dejada sin control. Regímenes, credos, actitudes individuales incluso generadoras de tales acciones deben proscribirse, raerse de la sociedad, desaparecer del horizonte vital, convertirlos en delito...

Algo está surgiendo en la sociedad cuando en todo el mundo surgió un clamor de indignación frente a los propósitos, cumplidos, de un fanático con poder: Bush. "No a la guerra".
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