La unicidad negada tiene sus consecuencias.


Lo venimos diciendo desde los inicios del blog: el hombre es uno y único. No se puede entender dualidad esencial. Los sistemas filosóficos y en consecuencia las religiones que tienen su fundamento en la dicotomía alma-cuerpo son una falacia doctrinal. Y funcionan en el engaño.

En esta defensa de la unicidad del hombre, clamamos contra los sistemas filosóficos que rebuscan como posesos campos, estratos, ámbitos, esferas, dominios... distinguiendo los del pensamiento, de la razón, de la intelección; los de la imaginación, de la fabulación, del arte, de la fantasía; los del sentimiento, de la emoción, de la sensiblería, de los deseos; y, en el nivel inferior, el ámbito sensorial, el de las necesidades, los instintos... Y cuantas más palabras rebuscadas amontonen mejor.

Urge una nueva filosofía que construya un sistema de la unicidad. Es fácil elaborar destellos y construir sistemas si el filósofo ha pasado toda una vida revolviendo en los cajones de la disgregación, pero no sirve para mucho (1).

No es posible hacer dicotomía entre mente y cuerpo: lo vitalmente necesario es hacer comprender su unidad.

¿Dicen que esto es caer en el reduccionismo? ¿Hablan de materialismo?. ¡Todo es cuestión de palabras!

Un sistema “particional” lleva a esquizofrenias culturales, a disyunciones vitales, a elaborar mundos al dictado de los deseos...

Ejemplos patentes de tal disgregación son la “vida urbanita” hecha a propósito contra el hombre; la rapiña de la naturaleza; la pastilloterapia; el mundo todo de la política; el desenfreno de la sensualidad; la sinrazón de las prácticas religiosas; la proliferación de leyes omniabarcantes y reguladoras de todo; la justicia automática; el trabajo “stajanovista” deshumanizado; la unidireccionalidad del dinero; las inmensas y descomunales fortunas...

¿Para qué seguir? El hombre parcelado, podría ser el título de todas esas filosofías de lo humano generadoras de desquiciamiento.

El hombre como unidad. Pero también el hombre como proyecto: el hombre que sólo "se hace si hace". Es una idea-chispazo que asalta una y otra vez: el hombre integral no es más que la elaboración de un proyecto.

Afirmar que la función crea el órgano es demasiado grosero; pero no lo es afirmar que el uso, el ejercicio, la práctica y el cultivo de determinadas funciones, sí hacen del individuo una persona más o menos formada “integralmente”.

Hay cerebros que dejan de funcionar a los ochenta años, porque ya a los cincuenta dejaron de preguntarse por los motivos, dejaron de investigar situaciones, dejaron de luchar por la verdad, se olvidaron de leer otra cosa que los titulares o los anuncios, dejaron de criticar lo que ven o lo que les sucede, delegaron ideas, difirieron resoluciones, abandonaron...

Bien es verdad que de vez en cuando surgía en ellos un ramalazo de conciencia y brotaba un destello de sabiduría, pero se concretaba en “dichos”, “refranes”, “miradas perdidas”...

Son y siempre lo han sido la carnaza más fácil para la creencia, para el rito, para las frases hechas, para el recitado, para el sentimentalismo, para los castigos infernales.
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(1)Citamos, por ponernos en la última honda, los sistemas propuestos por Karl Popper y John Eccles. El primero distingue los “tres mundos del hombre”: el de la materia y la energía, que incluye los submundos de la materia inorgánica, la matería biológica y los artilugios fabricados por el hombre; el de los estados de consciencia, conocimiento subjetivo y experiencias de los sentidos; el del conocimiento objetivo, que engloba herencia cultural, sistemas de conocimiento científico y filosófico, arte, historia, etc. Eccles, por su parte, se acerca bastante a la unicidad cuando habla de los haces neuronales, dendrones, relacionados o generadores de los hechos mentales, los psicones. Pero cae en la disyunción no reduccionista entre “lo mental” y “lo orgánico”. Tampoco puede despegarse de la necesidad de salvar la religión: La ciencia sin religión está coja, la religión sin ciencia está ciega. Y de ahí, al misterio, como todos: De algún modo misterioso, Dios es el creador de todas las formas vivientes en el proceso evolutivo... Ese “modo misterioso” le priva de credibilidad.
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