Los Mártires de la Inquisición

De vez en cuando grupos de cristianos son oficialmente canonizados por la Iglesia. En los casos en los que se justifiquen sus martirios, los trámites son mucho más rápidos y efectivos, entre otras razones por no ser necesaria la aportación de las pruebas de los milagros. Los ejemplos son múltiples, actuales y documentados, al margen de aquellos otros suministrados por la “Leyenda Áurea” en la que sus beneficiarios son multitud.
Aquí y ahora hacemos presentes a los mártires de la Inquisición, institución eclesiástica y a la que no se le suele escatimar el atributo de “santa”.

. Del número de cristianos condenados por los tribunales inquisitoriales en España y en sus “colonias”, no es posible aportar citas. Los documentos no lo hacen ni siquiera con aproximada exactitud. Las consultas a los archivos no siempre son factibles y fiables.

. Tampoco resultaría ni humano, ni cristiano y menos después de intentar justificarlos “en el nombre, o por la gracia, de Dios”. Los sufrimientos, tanto corporales como espirituales a los que fueron sometidos los penitenciados, aun prescindiendo del salvajismo del que se hiciera uso en aquellos tiempos, rebasan con creces los más elementales derechos humanos entonces vigentes. Y es que precisamente “el nombre de Dios”, en cualquier religión, es para muchos, excusación plena y “santificante”.

. El hecho de que el sacrosanto nombre de Dios fue administrado e invocado por los intérpretes oficiales de la Sagrada Escritura y la teología, aumenta la gravedad de los hechos. Fueron Papas, cardenales, arzobispos, obispos, clérigos y laicos “fervientes”, los encargaos de dictar y mandar la ejecución de los castigos correspondientes a cada “pecado”.

. El dato constatado con ignominiosa frecuencia, de que la mayoría de las denuncias clericales, base para la iniciación de los procesos, respondían a rivalidades, intereses y envidias de unos contra otros, con cita expresa para los miembros de otras “Órdenes Religiosas”, agiganta la injusticia y gravedad de los hechos.

. La certeza de la santidad martirial de la mayoría de los procesados por la Inquisición, ahorra la multitud de nauseabundas gestiones e indagaciones que fueran precisas para el esclarecimiento de las intenciones y de los hechos que aquí comentamos. Algunos de estos “condenados” por los tribunales de la “santa” Inquisición, llegaron a disfrutar ya del “honor de los altares”, previa la exaltación oficial de la jerarquía. Ejemplo muy significativo fue San Juan de la Cruz, no registrándose por parte de quienes entonces y después correspondiera, petición de disculpa y reparación.

. La ocasión que enmarca estas reflexiones me la proporciona la lectura del “Proceso Inquisitorial de Fray Luís de León”, con detallada, legalizada y certificada narración de los pasos y argumentos contra el teólogo, biblista, maestro de ascética y mística y uno de los poetas más importantes de la literatura universal. Fray Luís de León, de la Orden de san Agustín por más señas, es merecedor de ocupar puestos muy altos y venerados en los “Años Cristianos”, con automática reprobación para los frailes inquisidores que encarnaban los intereses de sus respectivas Órdenes Religiosas y de las cátedras de la Universidad de Salamanca.

. Teólogos y pensadores en materias y disciplinas eclesiásticas, y en otras, por el solo hecho de pretender contribuir al progreso y adaptación a los tiempos, tuvieron que padecer descalificaciones, afrentas y castigos inimaginables a la luz de la fe y de la humanidad, con explicable convicción de que ellos fueron, en gran parte, la causa de la degradación y del oscurantismo de la cultura en España.

. Después de releer la traducción y los comentarios de Fray Luís de León sobre el bíblico “Cantar de los cantares” –uno de los principales motivos de su denuncia y condena inquisitoriales- es obligatorio clamar por su inclusión en el “santoral” con todos los honores. Quién escribió tales páginas tiene que ser necesariamente santo, con el evangelio y el buen gusto en activo.

. Con teología, poesía, historia y “martiriología”, abogo aquí por el reconocimiento, también oficial, de la Iglesia, como uno más de los condenados por la Inquisición, con la seguridad de que tal decisión contribuiría de alguna manera a borrar algunas de las páginas más tristes de la historia eclesiástica.
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