¿Más-menos curas?
. No sé lo que referirán las estadísticas más o menos oficiales, pero el hecho es que el número de asistentes-participantes a “cumplir con el precepto dominical” me pareció ciertamente desolador y, por supuesto, preocupante. Es de suponer que tal sea también el sentir de quienes pastoralmente tienen la sagrada misión de mantenerlo y de acrecentarlo.
. La “participación” es un decir... Brilló por su ausencia. Cualquier definición para los cumplidores del referido “precepto” fue y es plenamente coincidente con la presencia en el máximo grado de la inactividad e inoperancia al menos externa. Aliento la esperanza de que los sentimientos que motivaron o forzaron este “pase de lista” el Día del Señor fueron coincidentes en cierto sentido con lo que es y representa la misa, en consonancia con principios estrictamente religiosos.
. La edad media de los asistentes desbordaba con mucho los baremos propios y específicos de la jubilación más reconocida y declarada, al margen de cualquier estimación benevolente o pactada por motivos políticos y en convenios templados. El porcentaje de bastones y muletas que facilitan los desplazamientos, al igual que el de los artilugios que discretamente mejoran la audición, suele ser bastante alto en las llamadas “asambleas dominicales”. Conste que aporto este dato sin más y con muy altas valoraciones cristianas de reconocimiento a los sacrificios que estas circunstancias entrañan, suponen y exigen. Reconozco que a horas eminentemente “sociales” las misas resultan un poco más frecuentadas, pero no tan juveniles como para hacernos cambiar de criterios en relación con el futuro de estas celebraciones.
. La edad del sacerdote celebrante y su cortejo de achaques encajaban a la perfección con los de la comunidad litúrgica que presidía en torno al altar. Estas características descollaron, como es de suponer, al comentar las lecturas bíblicas, más que con la fórmula de “homilía”, con la del “sermón”, que según el Diccionario de la RAE. sigue queriendo decir también “amonestación o reprensión insistente y larga”, tanto o más que “predicación de la doctrina cristiana”. El tema del sermón-sermonear es fácilmente comprensible por lo reiterativo que suele ser. Aunque en raras ocasiones sea distinto, los receptores auditivos -audífonos- parecen programados para hacer llegar siempre el mismo contenido.
. La pasividad resulta en términos generales sustantivamente inherente a las misas dominicales, a excepción de un porcentaje limitado de comulgantes, de algunos que responden a los saludos o despedidas rituales y de quienes aprovechan la ceremonia de la “paz” también para preguntarse ¿qué tal te encuentras hoy? o ¿cómo están los tuyos? Con tan menguada participación oral, tal vez hubiera sido preferible que las misas se siguieran celebrando en latín. Al menos, así darían la impresión de ser más misteriosas y hasta piadosas.
. ¿Se dedicaron ya las autoridades eclesiásticas a pensar y a programar las celebraciones de las misas para cuando transcurran no más de diez años y hayan fallecido los curas que hoy son heroicamente los encargados de hacerlo, aún con sus achaques, alifafes, dolencias y limitaciones? En la ciudad de mi referencia y en toda su diócesis, este año se consagró un solo sacerdote. Para el año próximo no está previsto ninguno. El Seminario Conciliar de San Atón se dedica a otros menesteres. Y conste que el caso es frecuente -normal- en el resto de España.
. Así las cosas, sugerirles a los señores obispos y asimilados la búsqueda de soluciones que no podrían ser otras que la mujer-sacerdote, los sacerdotes casados o la profundización teológica en la doctrina de los sacramentos del Bautismo y del Orden Sagrado, entraña, hoy por hoy, riesgos tan desproporcionadamente graves como el de la descalificación pública “en el nombre de Dios” y el exilio de la Iglesia con fórmulas canónicas de anatema, suspensión “a divinis” o excomunión… Ésta es la razón, entre otras, por la que yo aquí y ahora me limito a dejar constancia de los hechos, sin más, y con la confianza cristiana de que, si mis apreciaciones y datos no son veraces, se me aporten los que ciertamente lo sean, como es lógico, cristiano y humano, con su posibilidad de la constatación correspondiente.
. Pero que conste que sancionar nada menos en el organigrama de las “prácticas piadosas” como “pecado mortal” la no asistencia a la misa tan mayoritariamente servida y “practicada” como simple e inerte ceremonia o rito, tal y como acontece en la realidad, a muchos nos parece desmesurado y excesivo, impropio de una religión que es y se manifiesta como cristiana. Conste asimismo que, así las cosas, la totalidad de los sacerdotes jubilados está -tienen que estar- hasta su muerte en activo, lo cual tampoco parece correctamente cristiano.
Foto: © Jorge Barrios