El Papa Que Viene

. Por favor, que no se cambie el nombre de pila y no tenga que apellidarse con los números romanos que distinguieron a los emperadores romanos, Los números romanos alejan del pueblo-pueblo, también pueblo de Dios, a quienes los usan y se ufanan de ello, con remembranzas imposibles, que además no siempre son ejemplos y normas de vida. Necesitamos un Papa hermano, que conserve el mismo nombre y los apellidos que constan en el acta del santo bautismo y en registro municipal, y al que podremos referirnos como José, Emilio. Antonio, Javier, Francisco, Mario, Felipe… con sus diminutivos y superlativos domésticos o amistosos.

. Necesitamos un Papa que, ya desde el principio, abandone y censure cualquier denominación canónico-litúrgica que no sea la de Papa-Papa, “Padre” por antonomasia. Lo de Vicario de Cristo, Vice- Dios, Vice- Cristo, Vicario de Dios, Cristo en la tierra, Su Santidad, Pontífice Romano, Sumo Pontífice, Santo Padre, Pastor universal y otras sublimidades, habrán de desaparecer de todo léxico que se intitule evangélico o cristiano.

. El Papa no debiera estrenar siquiera el “papamóvil”, o asimilado, por muy “caro” regalo que sea, equipado además con todos los requisitos publicitarios que el “marketing” de la correspondiente marca automovilística haya previsto. Todo “papamóvil” imprime carácter, por lo que debiera “pasar a mejor vida”, tal y como aconteció con la “silla gestatoria” de infeliz agravio y recordación. Del color, calidad y “firma” de los zapatos –“artesanales y hechos de piel”-, es preferible guardar discreto silencio. Su número es el 42 y se trata de un capricho barato y un tanto cursi, en cuya tentación, si es que lo es de verdad, no caeríamos muchos, pese a que el rojo de su color, en el imperio bizantino significaba el poder de los emperadores y de sus esposas. En el caso de los Papas, el rojo cereza significó además la sangre de los mártires que dieron la vida por Cristo.

. En la organización administrativa de la Iglesia, esté o no reglamentada laboralmente esta, cumplidos los años establecidos, la condición y denominación aplicada al Papa no tiene por qué ser la de “emérito” o algo parecido. Su denominación será nada más y nada menos que la de “jubilado”, que tiene resonancias ascéticas y cuya semántica se asienta también en el “júbilo”. Ser y ejercer de anciano –presbítero-, longevo, ochentón o vejete, es una gracia de Dios, tal y como “abuelear” es verbo que declinan otros con humildad e infinito prestigio humano y divino. Está de más señalar que de aquí en adelante, el carácter de vitalicio para el ministerio del Papá feneció con todas su consecuencias.

. Los signos externos de su liturgia y prosopopeyas, fundamentadas en el medievo o antes, y la mayoría de ellas paganas, habrán de desterrarse a perpetuidad. Al hombre de hoy, y más al cristiano, le molesta y escandaliza tanta farfolla y tanta farándula.

. Remolinos de santa, sana y constructiva democracia irrumpirán con presteza, gracia de Dios y del pueblo- pueblo, por la Iglesia como institución, y como viva y continuadora misión de Cristo Jesús.

. Jefatura del Estado e Iglesia son, y serán de por vida, términos antitéticos que no aguantan una reflexión teológica y apenas si histórica. Si se es, y se ejerce de Jefe de Estado, ni se es ni puede ejercerse de Papa. Es un matrimonio que reclama su disolución “en el nombre de Dios” y del sentido común.

. La curia romana merece ser penitenciada en profundidad y lo antes posible. No valen ya los buenos propósitos. La improbidad no está ni solo ni siempre en las personas. Es posible que radique en mayor proporción en los esquemas institucionales. Urge que se tomen medidas y que estas sean hasta radicales. De no ser así, en el ruedo de la convivencia eclesial, y extraeclesial, con irritante iteración los escándalos serán aún más frecuentes y comprometedores. El verbo “anatematizar”, declinado contra algunos curiales, es ya anhelado por no pocos miembros del pueblo de Dios.

El rosario de esperanzas que ha de “rezar” y actualizar el Papa que venga, tiene más misterios, muchos de ellos dolorosos. La gracia de Dios, la sabiduría y el tesón serán eficaz ayuda. Las sugerencias aquí anotadas no tienen nada de anécdotas. Son signos de vida y de comportamientos. También no dejan de ser signos los sacramentos
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