De la “silla gestatoria” al “papamóvil”

Sería ocioso y hasta ofensivo tener que aportar aquí y ahora la renovada determinación personal de reverenciar a la Iglesia en su Jerarquía, aunque en ocasiones algunos crean lo contrario. La Iglesia precisa de reforma constante, y al cristiano como tal le compete la sacrosanta actividad y ministerio de poner a su disposición ideas y experiencias, siempre y cuando su intención sea la del servicio, previa la imprescindible tarea de su constatación y prueba de hechos.

Sería inhonesto olvidar que en los tiempos presentes eclesiásticos, los turibularios sobreabundan con actuaciones en provecho propio no sólo para la otra vida, sino también para esta. Tanta o más inhonestidad llevará consigo olvidar que un turibulario con el incienso permanentemente humeante puede causar y causa perjuicios más graves a la Iglesia, que sus imprecadores y sus blasfemos por oficio.

Y, por lo que hace referencia a la figura del Papa en general, estoy convencido de que en los últimos tiempos en la Iglesia se está corriendo el riesgo de haberla elevado en tan encumbradas proporciones sobre el resto de los cristianos y de los seres humanos, que cuanto pueda significar el término de “papalatría” jamás resultará ajeno ni a propios ni a extraños. Los “sustos” irreverentes o desacatadores que pueda provocar esta aseveración en algunas parcelas de la Iglesia se compensará con generosidad y franqueza en otras más sensibilizadas a la cordura y al evangelio.

El tema es muy amplio y está a la sempiterna espera de que varias tesis doctorales de teología, de historia y de antropología lo afronten, con reflejos suficientemente decididos y claros en la opinión pública cristiana y cristianizable. Como una imagen vale y cuenta más que multitud de palabras, y como la imagen más frecuente del Papa se trasmite hoy en el “papamóvil”, sin otra intención que la de ajustarme a los hechos, este es su “iter”:

Superados los tiempos ultramedievales dignos de toda amnesia y preterición de la “silla gestatoria”, en la que el Papa era porteado por hombres-hombres-cristianos, y desde la que impartía bendiciones indulgenciadas, hizo su aparición el “papamóvil”. Su inicial justificación fue el atentado sufrido por Juan Pablo II el l3 de mayo de 1981. No obstante, muchos piensan que la verdadera razón de ser del “papamóvil” fue y es idéntica a la de la hoy en cesantía “silla gestatoria”, pero modernizada y humanizada. Resultaría extraño, y poco edificante, que el Papa, hombre de fe, de creencias y de Providencia hubiera de temer en mayor proporción un atentado, que cualquiera de los Jefes de Estado que ciertamente son transportados en vehículos acorazados, pero sin prosopopeya alguna. Además, tal y como consta, con frecuencia el “papamóvil” es conducido con las ventanillas bajas.

De los datos prudenciales de que disponemos, y sin más intención que la puramente histórica, se deduce que el primer “papamóvil” fue ya usado por el Papa Juan Pablo II durante su primera visita a Irlanda en 1979. Para la segunda visita a Argentina en 1987, la marca Renault trabajó sobre una “Renault Tráfic” -chasis cabina- montando una caja de cristal antibala, instalando una butaca y dos banquetas para los acompañantes. Este mismo vehículo fue trasladado a Brasil. El gobierno de Chile le facilitó a Juan Pablo II en abril de 1987 un modelo de “papamóvil” sobre un chasis de minibús de Mercedes- Benz, “al que la empresa chilena “Metalpar” blindó con acero militar y cerró en una cúpula de vidrios antibalas especialmente importados, cubriéndose en su habitáculo interior con terciopelo azul con asientos “soft” doble ancho y en la mascarilla se instaló el escudo de la famosa marca alemana fabricante del chasis y en las puertas el escudo del Papa”. “Francisco Motors Corporation”, fabricante de automóviles en Filipinas, ideó un “papamóvil” para la visita papal en 1995, “con ventanas blindadas a prueba de bombas”. “Toyota” fabricó otro “papamóvil” basado en un chasis de su modelo “Land Cruiser” para la visita a Venezuela en 1997. El nuevo modelo para Benedicto XVI es un Mercedes-Benz Clase G. pintado en “color blanco místico Vaticano”. No tiene lunas a prueba de balas y lo usa en las audiencias públicas de los miércoles. La cabina es blanca y se accede a ella desde la parte de atrás.

Por favor, que nadie juzgue irreverente el dibujo humorístico del Papa en el que en tiempos predilectamente “papamovilísticos” aparece el signo de Dios con su triángulo y su leyenda de “Yo solamente soy el representante del Papa en el cielo”. Que se destierre toda irreverencia de quienes muestren su convencimiento de que a San Pedro, primero de los Papas, imposiblemente se le ocurriría subirse a un “papamóvil”, aún expuesto a atentados martiriales, que a los mandatarios políticos se les intenta restringir pero con procedimientos menos pontificales, aunque igualmente eficaces.
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