Hoy es Santa Fe.

Seguramente contrito por haberos colgado algo tan largo como lo de Cataluña, vaya algo más ligero y breve.

Hoy es Santa Fe. Y no conmemora la Iglesia, junto con San Bruno, el fundador de la Cartuja, que también se celebra hoy, la virtud teologal. Simplemente a una santa mártir de los tiempos romanos. Así que no voy a hablaros de la Fe, ni de Santa Fe. Os voy a hablar sólo de la belleza cristiana. De Sainte Foi de Conques y de los goces de la belleza cristiana.

Bien sé que muchos no gozan con los placeres estéticos. Salvo los de una hermosa mujer. Estoy hablando desde mi prisma que no es evidentemente homosexual. No descarto, pues, el disfruto estético de una mujer ante un hermoso hombre, aunque me sea tan ajeno. Pero pienso que, sin descartar la estética, hay mucho más en ello de instintos naturales que de pasmo ante la belleza como tal. Y si estoy equivocado tampoco pasa nada.

También creo que el no disfrutar la belleza puede corregirse. En bien de quien no la disfruta. Porque en muchas ocasiones se debe a desconocerla. Con escaso esfuerzo se puede llegar a entenderla y gozarla. Y, si no hacen ese esfuerzo, no saben lo que se pierden.

Referiré, brevemente, dos anécdotas. En mi vida profesional en Renfe conocí a muchas personas. Una de ellas era un ingeniero, de muy notable valía profesional, que en ocasiones lindaba con la genialidad del invento. Se llamaba, y lo digo así porque muy recientemente he visto su esquela, Gonzalo Pérez Morales. Se había casado con una descendiente directa de aquel genial músico que fue Bocherini. Y así se llamaban sus hijos: Pérez Bocherini. Él, según me confesó, en conversaciones gratísimas, porque era de esa gente con la que se aprende escuchándoles, era absolutamente negado para la música. La clásica y la no clásica. Y se encontró en una circunstancia en la que aquello chocaba. Y como me lo contó, os lo cuento. Durante cuatro fines de semana de un mes dejó de existir. Que nadie contara con él. Se encerró en su despacho, o donde fuere, y a oir a Beethoven. Como era primario, inteligentísimo pero primario, me preguntó si conocía a Beethoven. Y me confesó que el primer fin de semana fue horroroso. El segundo más aceptable y que, al fin, le gustaba hasta la música. No me acuerdo cuantas veces me dijo que había escuchado la novena sinfonía en esos ejercicios espirituales musicales. Hasta que llegó a su corazón.

La otra es de Alfonso Guerra. Todo lo que se diga de su catolicismo es menos que nada. Pero en algún sitio he leído que disfruta visitando monasterios medievales y hasta conversando con las monjas.

Pues, para los que disfrutáis con la belleza del arte cristiano, recomendación de visita. Y para los que no saben lo que es eso, que se animen. Porque vale la pena. Puede haber algunos que no lo capten nunca, ellos se lo pierden. Pero muchos más podrán gozarlo si se meten en ello.

Santa Fe, Sainte Foi, fue trasladada a Conques y enterrada y venerada allí. En uno de los caminos de Santiago en tierra francesa. Los peregrinos trasladaron a España su devoción y los españoles a América. Donde hay tantas ciudades con ese nombre: Santa Fe.

Y ahora, a la belleza. El antiguo monasterio de Conques, en las proximidades de la ciudad de Rodez, está situado en un paraje hermosísimo. Y la iglesia es más hermosa todavía. Románico pata negra. Pero todo eso no es nada comparado con el tímpano de la portada. Todo el mundo medieval y sus creencias, toda la genialidad del artista, están ahí. Hay seis tímpanos portentosos del románico. Cinco están en Francia: Moissac, Beaulieu, Conques, Autun y Vezelay. El sexto está en España. Es la maravilla del Pórtico de la Gloria
de la catedral compostelana. Id a verlos. Pararos ante ellos con admiración asombrada. Los catalanes tienen muy cerca tres de esos portentos: Conques, Moissac y Beaulieu.

Y para los españoles les recomendaría un séptimo. El Paraíso de la catedral de Orense. Pero ese hay que verlo antes que Santiago o los franceses. Porque, aun siendo espléndido, desmerece de los anteriores. Hay que gozarle antes viéndole y, despues, reconocer que los otros son mejores.

Hacedme caso. Disfrutad de la belleza del arte cristiano. Para unos va a ser incluso oración. Y los que no quieran, o no sepan, rezar, seguro que, despues de haberlo disfrutado, no van a odiar a la Iglesia.
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