Internet y la Iglesia.

Claro que sería mucho más cómodo para algunos que no existiera. Los medios tradicionales: prensa, radio, televisión tienen mucha más inercia y hay muchísimas noticias de las que no se hacen eco. En internet sale todo e inmediatamente. Y con unos buscadores que permiten el acceso a lo publicado en el más desconocido lugar y por la más ignota persona.
Ya nada queda oculto. Lo bueno y lo malo. Y me parece esto algo sumamente positivo. Una persona normal no actúa lo mismo si piensa que lo que hace o dice no va a ser conocido por nadie que si teme que se va a enterar todo el mundo.
Supongo que muchos cargos públicos se tentarán ahora la ropa antes de aceptar un Jaguar o una cacería. Como muchos maridos se abstendrían de irse de pilinguis si temieran que al día siguiente lo iba a saber su mujer. Y es que el miedo guarda la viña.
Pues con cardenales, obispos, sacerdotes, monjas y laicos va a ocurrir lo mismo. Hechos y dichos impresentables van a ser conocidos, y criticados, al segundo. Y el hereje quedará como hereje y el estúpido como estúpido. Y es bastante molesto que lo sepa todo el mundo. Y, además, con posibles consecuencias. Adversas.
Es de suponer que si Nostach hubiera sabido que su tolerancia con el cura que pagó abortos, y que le va a ser recordada toda su vida, iba a tener tal repercusión, en vez de no hacer nada hubiera publicado una nota que por lo menos dijera que el cardenal reprobaba tales declaraciones y que había adoptado las convenientes medidas. O que si un obispo teme que la situación de su seminario, moralmente impresentable, se va a hacer pública, intente por lo menos corregir lo más escandaloso. O que antes de decir una memez, que al día siguiente se publique urbi et orbi, se lo piense dos veces.
Williamson lamentará hasta su muerte sus desdichadas declaraciones, el cura abarraganado está comenzando a pensar que su parroquia peligra, el pederasta ve que la cárcel y el escándalo los tienen en un horizonte inmediato y el profesor del seminario que negaba verdades de fe, o disimula o teme que el chollo se le va a terminar.
El cardenal Lehman sabe ya que si se viste de mamarracho va a verle todo el mundo, los obispos gallegos están tomando distancias ante las Romaxes y algunos están haciendo novenas para que sus vergüenzas murcianas no vayan a llevar sus púrpuras a la tintorería y con grandes dudas de que puedan hacer desaparecer la mancha.
El nuncio tendrá que trabajar un poquito redactando cartas y no sirviendose de una tipo que envía lo mismo para un pésame que para una felicitación y alguno pensará que un megáfono ha arruinado una carrera.
Además se impondrá la inmediatez. Es absurdo censurar un hecho o un escrito a los cinco años del mismo y cuando ya nadie se acuerda de él. Sobre la marcha se sabe quien está con el Papa, quien en contra y quien lo disimula. Ya no va a haber nada oculto. Todo será ya público. Estará sobre las terrazas.
Por supuesto que habrá calumnias e insensateces. Y será necesario un ejercicio de discernimiento. Pero esas situaciones serán también inmediatamente denunciadas y desveladas. Desde mil sitios. Imposibles de callar.
Pienso que todo ello va a ser muy positivo para la Iglesia. Y ello sin entrar en el eco y la publicidad de las buenas obras. Que harán que se conozcan y propaguen. Hemos entrado ya en la era internet. Lo reconoce el mismo Papa.