Look actual de deán

Una histórica catedral ha renovado la persona que preside el cabildo. Y el elegido es el señor de la fotografía. No voy a decir su nombre pero seguro que algún lector lo va a identificar enseguida.

Hay que ver a lo que han quedado reducidos los cabildos catedralicios después del Concilio. Con lo que eran antes. Inamovibles, llegados muchos de ellos a la canonjía tras dura y reñida oposición, constituían lo más selecto del clero diocesano. Allí estaban los predicadores famosos, los grandes directores espirituales, los consultados por los fieles en problemas difíciles, los profesores del seminario... En sus manos estaba la Acción Católica, las obras de caridad, la cultura de las diócesis. Y en no pocos casos también la santidad. Muchos llegaron a obispos, otros fundaron congregaciones religiosas, eran los consultores del prelado, el alivio de los pobres, la corona del clero.

Los que tienen alguna edad, sobre todo si son de ciudades pequeñas, todavía recuerdan el nombre de no pocos canónigos. Con su teja y su manteo. Su camino hacia la catedral se hacía larguísimo pues les paraban constantemente ya que les conocía todo el mundo. Y ellos a todo el mundo. Llegaban a perder el apellido pues eran el magistral, el arcediano, el chantre, el penitenciario... Eso cuando se hablaba de ellos. Hablando con ellos a nadie se le ocurriría apearles el Don. Ni al alcalde.

Sobre todos ellos estaba el deán. El personaje más importante en la diócesis después del señor obispo. Y había algo en lo que superaba al propio prelado. Los obispos pasaban y el deán permanecía.

Se daba una extraña conjunción de respeto y proximidad. Todo ello ha casi desaparecido tras el Concilio. Sus cargos son temporales y dependen de la voluntad del obispo. Como para tenérselas tiesas con él como en ocasiones se las tuvieron. Y a veces con razón.

Pues. como os digo, en una catedral española el obispo ha nombrado deán a este señor de la fotografía. Posiblemente será un buen sacerdote que ha dedicado buena parte de sus setenta años a la Iglesia. Tiene además cara de buena persona pero, ¿qué quieren que les diga? No se parece en nada a los deanes o a los canónigos que he conocido y admirado. Y ni siquiera a alguno a quien hoy conozco y también admiro.

Su imagen es la de un abuelo Cebolleta o un digno jubilado de una empresa de autobuses. Todo lo entrañable que se quiera pero... sigo pensando que un señor deán debería tener algo más. Y pienso que tampoco faltará quien, al ver la fotografía, recuerde a aquellas "camisas viejas" de Falange que solían regresar de actos políticos exactamente así ataviados. Y como yo nací en 1940 también los recuerdo de esa edad. En la que ya no les reía ni la primavera.
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