El canónigo que busca unas vigas habiendo perdido una cruz.

Vaya celo está desplegando el presidente del cabildo de Córdoba, Juan Moreno, por recuperar unas vigas de la mezquita.

Por lo visto en la catedral sobran cruces y faltan vigas. Menos mal que un importante canónigo se está ocupando de restablecer el equilibrio. Vengan vigas y váyanse cruces.

Porque como todo el mundo sabe, la religión que, por su cargo, parece que profesa tan ilustre señor es la religión de la viga. Como ya dice el Evangelio. Pondrás vigas en tu ojo y tirarás las cruces a los ojos de los demás. Creo que más o menos era así. Desde luego hablaba de vigas.

Estoy seguro que a la gran mayoría de los católicos cordobeses les trae sin cuidado lo de las dichosas vigas. Que parecían arrumbadas en algún lugar de la catedral-mezquita hasta que alguien pensó en robarlas. O tal vez alguien pensó en venderlas. Con capisayos o sin ellos. El vendedor, caso que lo hubiere, no las vigas.

Tampoco deben ser algo extraordinario porque su precio es modestito. Para lo que se paga por obras de arte importantes. Yo a ese señor le he pedido, con nulo éxito, que deje su puesto, el capitular, no el de las pesetas, por su dedicación a arrancar cruces. Como veo que no me hace caso le voy a pedir algo más sencillito. Que de una vez se quite la viga, o las vigas, del ojo y, con la mirada recuperada, clara y limpia, busque la cruz que retiró y con reverencia y amor la vuelva a colocar en su sitio.

Y si en ese momento cae de sus ojos una lágrima de arrepentimiento y de piedad es que ya se le ha caído la viga que nunca debió tener.
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