El circo de los obispos.

Muertas ya unas cuantas de las figuras emblemáticas, retirados prácticamente otros como Casaldáliga o Samuel Ruiz, recae la representación en payasos tan malos que ya nadie les ríe las gracias.
El peso de las representaciones recae ahora sobre un Gaillot que, pese a la insistencia de Redes Cristianas, tiene menos eco que el suspiro de una princesa tísica. No le conoce nadie. Y tampoco a Godayol por más que me esfuerzo en hacerle propaganda. Ayer pregunté a cinco personas si sabían quien era Godayol. Cuatro me respondieron: ¿Godaqué?. Y el quinto que le sonaba a futbolista.
Pues a los pocos y malos payasos de este circo que agoniza se ha unido en estos últimos tiempos otro payaso aficionado y con menos gracia que la que tenía en sus días de catedrático Don Joaquín Ruiz Jiménez.
Se trata del que fue obispo auxiliar de Sydney, Geoffrey Robinson, que a sus setenta y un años ha intentado buscar como contestatario, con escasísimo éxito, una popularidad que como obispo normal no había logrado.
Rompió con su conferencia episcopal, escribió un libro escandaloso y, como el dólar es el dólar, se fue a los Estados Unidos a promocionar su venta. Allí se encontró con que el cardenal Mahony, el más progresista de los purpurados norteamericanos, decidió que en Los Ángeles no había circo y prohibió a Robinson hablar en su archidiócesis.
Claro lo lleva este payaso sin público y sin gracia. Le veremos pasear sus miserias por Redes Cristianas, Atrio o MOCEOP que es algo así como deambular a las tres de la madrugada por la playa del Sardinero en un día lluvioso de invierno.
Parece que, por fin, la Iglesia se ha dado cuenta de que hay que desenmascarar a los que pretenden dar gato por liebre. Creo que todo el mundo tiene derecho a vender gato. Pero anunciando que es gato. No intentando engañar.
¿Va a ocurrir algo parecido en España próximamente? Me dicen que sí. Que el mes que viene. Esperaré a verlo para creerlo. Aunque en este caso la liebre es tan poco engañosa que hasta dice miau.