Tal vez piensen que el paso del tiempo haga olvidar los deplorables hechos. Pero me da la impresión de que se van a equivocar. O lo arreglan o, por mucho tiempo, les van a estar recordando lo del Cristo de la catedral. Lo de la fotografía seguramente se terminará olvidando pero lo del crucifijo ha sido muy gordo. Y no va a valer ocultarse unos días a ver si escampa. Porque no va a escampar. Ellos verán. O explicaciones, y las dadas por el deán fueron una tomadura de pelo, o periódicos recuerdos de lo que pasó.
El presidente del Cabildo es además presidente de CajaSur. Yo con eso no me meto. No tengo ni un duro ni un crédito en esa Caja. Casi me es igual que vaya bien, mal o regular. Prefiero, sin duda, que vaya bien porque los beneficios van a obras sociales. Pero son esos deseos generales que no sirven para nada. También deseo que no haya hambre en Etiopía, llueva en el Tchad, mejoren las condiciones de vida de Haití y que no se maten chiitas y sunnitas. Pero soy muy consciente que mis deseos no valen nada.
Yo, al canónigo, no le sufro como deán de la catedral. No como presidente de CajaSur que es lo que para él es verdaderamente importante. Porque dispone de mucho dinero. Y, por tanto, puede hacer muchos favores. Y seguro que no pocos a la Iglesia de Córdoba. ¿Es eso lo que tiene atadas las manos del obispo? ¿Calla por treinta o por treinta millones de monedas? ¿Porque piensa que lo que hizo el deán no tiene la menor importancia? ¿Por otros motivos que a mí no se me alcanzan? Pues eso es lo que tiene que hacer el obispo. Explicarse. Y explicarse bien. Con razones convincentes. Decir cuatro bobadas sería peor.