Algún comentarista apunta el verdadero sofisma de que el Papa trata mejor a quienes están fuera de la Iglesia que a los que son miembros de ella. No es que niegue la mayor. La mayor, la menor y la conclusión.
Estoy hasta dispuesto a reconocer que los lefebvristas están fuera de la Iglesia. O al menos no están plenamente en ella. Pero ¿lo están quienes niegan la resurrección de Cristo, la virginidad de María, el pecado, el infierno...? Los lefebvristas han criticado, con desmesura, a los últimos Papas, ciertísimo, pero ¿no los critican, incluso con superior desmesura, muchos de esos que según ellos son la verdadera Iglesia al tiempo que abominan del Papa y se ciscan en su magisterio?
Los católicos normales apenas tienen diferencias con los lefebvristas. Creen, oran, obran y reciben lo mismo. Porque particulares gustos litúrgicos son una menudencia que la Iglesia permite e incluso alienta. Con los otros las diferencias son abisales. Cierto que hay algunas discrepancias sobre la aceptación de un Concilio y sobre la autoridad del Papa con los seguidores del arzobispo francés. Que parecen resolubles a poco que los lefebvristas se empeñen. Y da la impresión de que se están empeñando. Pues ya me dirán ustedes.