El escollo.

Yo no tengo que declarar mis ideas porque todos mis lectores las conocen. Abomino de los totalitarismos que desde el Estado pretenden imponer sus ideologías. La mía es mía y no me la tiene que imponer nadie. Tengo la que quiero. Y si me equivoco en ella es cosa mía.
Y aborrezco el capitalismo liberal que, sin la menor conciencia, busca solamente el lucro aplastando a quien haga falta. Y así como creo que el médico acreditado o el ingeniero brillante tienen derecho a vivir mejor que aquel que no sabe hacer la o con un canuto me parecen impresentables las abisales diferencias entre unos y otros. Me parece inadmisible que alguien gane mil o cien millones de euros y que otro se muera de hambre.
Y hasta puedo entender, aunque yo no lo haría, que quien ve como fallecen sus hijos en la indigencia pueda querer matar, y hasta mate, a quienes hacen ostentación de una riqueza impresentable. Ante la miseria de tantos.
Pero, dicho esto, vamos a Paco Vázquez y a Jiménez Losantos. A ninguno debo nada. Personalmente no les conozco. Jamás me ha mencionado el periodista en sus programas y nunca mi paisano me ha invitado a comer. Ni siquiera a un vino. El otro, tampoco.
Creo, por tanto, que puedo hablar de ambos con absoluta imparcialidad.
El exalcalde de La Coruña, hoy embajador de España ante el Vaticano, es uno de esos escasos socialistas que se manifiestan católicos. Y en algunas ocasiones hasta con cierta valentía. Aunque a mí me parezca una pura incongruencia. Está en un partido abiertamente contrario a la Iglesia. Porque eso es el partido socialista español. En otras naciones tal vez sean menos beligerantes. Aquí lo son totalmente.
Al partido le interesa tener una insignificante minoría sedicente católica y algunos juegan a eso. Entre ellos Paco Vázquez. ¿Él está convencido de su fe? Pues tal vez sí. En otros casos, como el de Bono, ya me cuesta más trabajo reconocerlo. Aunque en el caos mental todo es posible.
Luego tenemos a JL. Me fastidia muchísimo que las dos estrellas de la radio católica sean el uno ateo, o agnóstico, y el otro protestante. Pero yo quiero una emisora de la Iglesia que tenga protagonismo. Y mucho. Eso lo han conseguido los dos. Y ahí está. Los ataques a sus personas no vienen de sus ideas religiosas, mucho más próximas a las de Zapatero, Pepiño, Rubalcaba o Polanco que a las mías.
No les fastidia en absoluto lo que piensan sino que la Iglesia tenga voz frente a los permanentes ataques del Gobierno. Y a mí me alegra esa voz. Tan oída.
Me ocurre igual que si en el caso de que estuviera ardiendo mi casa unos vecinos acudieran con cubos de agua para salvarla. Seguro que no les iba a preguntar, para aceptar su cubo, si rezaban el rosario o iban a misa.
Pues, eso es lo que hay.