Un gesto de los lefebvristas.

Parecían bien escasos los gestos de los lefebvristas en correspondencia al levantamiento de las excomuniones por parte de Benedicto XVI. Apenas monseñor Fellay daba muestras de estar buscando el reintegrarse a la plena comunión eclesial.

A las imprudentes declaraciones de Williamson sobre un tema que es histórico y extraeclesial, anteriores a la generosidad papal y manipuladas contra el Pontífice por los enemigos de la Iglesia y lo peor de la misma, se unieron otras del obispo Tissier de Mallarais que sí afectaban al núcleo mismo de la institución y que podría entenderse como un "no nos moverán". En inmediatamente el responsable del lefebvrismo del noroeste de Italia puso la guinda al calificar al Concilio Vaticano II de herejía y cloaca.

Pues persona con un apellido que parece de indudables orígenes, Abrahamowicz, ha sido inmediatamente expulsado de la Fraternidad. La desautorización por monseñor Fellay de las palabras de Williamson y la expulsión de este sacerdote trabucaire permiten pensar que el sector más normal del lefebvrismo y Dios quiera que sea el mayoritario desea reintegrase en la Iglesia.

El silencio de Williamson tras su carta de excusas, que a mí me parece escasa, quiero también interpretarlo como una señal positiva.

La verdad es que la cuestión no es fácil pues han sido muchos años de críticas al Papa para justificar su situación y ahora resulta muy complicado volver a introducir la pasta de dientes en el tubo del que salió. Pero no es imposible. La mejor prueba de ello son todos esos que ya están plenamente en la Iglesia y que en algún momento de sus vidas sostuvieron lo mismo que hoy sostienen los lefebvristas.

La Iglesia les ha dado todo lo que les podía dar. La misa tradicional no supone ya problema alguno. Tienen la absoluta seguridad de que todos podrán celebrarla y oírla según el modo extraordinario. Y la aceptación del Concilio puede ser crítica. Como se les reconoció a la Fraternidad de San Pedro.

La pelota está ahora en su tejado. Pidamos a Dios que inspire a monseñor Fellay y a todos los lefebvristas para que, al despejarla, entre mansamente por la puerta abierta de la Iglesia en vez de estrellarse haciéndolas añicos contra las vidrieras.
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