¡Qué malo es el cardenal Rouco!

¿No es perfecto el cardenal? Naturalmente. Como ninguno de los humanos salvo la Santísima Virgen. Pero si hacemos un balance de su pontificado madrileño el saldo es positivísimo. En el debe, con peso, apenas está su cierre en falso del caso Entrevías. En el haber hay renglones y renglones.
En primer lugar, lo más destacado, es la resurrección que ha conseguido de la Iglesia madrileña. Lo que el cardenal Tarancón había conseguido arruinar hasta extremos increíbles comenzó a renacer con el cardenal Suquía y Don Antonio, continuando esa línea, comienza ya a recoger los frutos.
Hoy la Iglesia en Madrid vive con gozo su andadura terrenal. Ya muchos curas se sienten sacerdotes y se muestran como tales y numerosos católicos no ocultan su condición. Esto no se desintegra como parecía inevitable con Tarancón. Es sin duda la gran obra del cardenal gallego. Y lo que no le perdonan.
Su Seminario es el más nutrido de España y de él están saliendo excelentes sacerdotes. Sin complejos, de sana doctrina, entregados a la salvación de las almas y no a conducir un taxi o a trabajar en una fábrica.
Cierto que en proporción a los habitantes, que no en cifras absolutas, le superan Toledo y Getafe. Donde aún se nota la sombra benéfica de dos extraordinarios obispos: Don Marcelo y monseñor Fernández Golfín. Pero, incluso así, las cifras madrileñas son extraordinaris. Ayer mismo ordenó creo que a dieciséis nuevos sacerdotes. Seguramente Asurmendi en Vitoria, por citar una diócesis antaño modelo en vocaciones, no llegará a ese número en todo su pontificado.
La Facultad teológica de San Dámaso es hoy un referente de estudios serios y concordes con la doctrina de la Iglesia. Con tal aceptación extradiocesana que las dos Pontificias, Salamanca y Comillas, están gravemente amenazadas. Pues San Dámaso es empeño personal del cardenal de Madrid.
Hasta la Virgen de la Almudena tiene en él seguramente al eclesiástico más devoto desde que apareció en un lienzo de la muralla. Cierto que al cardenal Suquía se debió la conclusión de su catedral. Pero en el cardenal Rouco tiene la Virgen al más celoso de sus fieles. Si hasta ha conseguido que sean muchos los que se han aprendido su himno.
En total sintonía con los últimos Papas no falta quien dice que los nombramientos episcopales se cuecen en el arzobispado y no en la nunciatura. Si así fuere pues un motivo más para estar agradecidos al cardenal. Muy difícil sería mayor acierto.
Ante tanto logro resulta muy difícil desacreditarle. Y lo de Entrevías no lo van a criticar ellos. Hace poco parecieron encontrar un filón en la familia. Es tan malo Rouco que no quiere ni a sus parientes. Se le murió un hermano y ni fue a dar consuelo a su pobre sobrinita. Que está dolidísima por el abandono de su tío.
Pues, ¡caray con la sobrinita! Según veo hoy en RD se nos ha despelotado en la revista del despelote. Y el morbo no son sus morbideces sino el ser sobrina del cardenal. Seguramente si se llamara Pérez o Sánchez no le hubieran dado la "oportunidad". Ni la pasta.
Pues una vez más el cardenal estuvo acertadísimo en mantenerse alejado de una sobrina que ya apuntaba al monte. En una foto abrazándose con el obispo y en la de al lado mostrando el obispillo. Afortunadamente nos hemos ahorrado la primera.
Alguno de los de siempre está empeñado en que se la monte al cardenal por lo de Entrevías. Y dice que en otro caso no soy justo ni imparcial. Que se me ve el plumero en la forma de tratar al cardenal de Madrid y al de Barcelona. Creo que no. Uno hace muchas cosas bien y alguna mal. El otro hace muchas cosas mal y ninguna bien. Se merecen un trato muy distinto.
Y los que han quedado con el obispillo al aire, es decir, la rabadilla de los pájaros y las pájaras, yo no voy a ser menos que Ibarreche con los vascos y las vascas, son los farisáicamente escandalizados porque el cardenal de Madrid no tenga a esa chica despelotada por su sobrina favorita.