Era más que previsible. El obispo franciscano Luiz Cappio se ha comido su huelga de hambre. Cuando comprobó que al Gobierno del Brasil le traía sin cuidado que se suicidara o no pues se la envainó. Que le den morcilla al río Sâo Francisco. Por lo menos nos habremos ahorrado que no repita por tercera vez esos amagos de huelga de hambre. Porque ya la tercera no se la va a creer nadie.
Cuando comprobó que Lula era insensible a su estúpida comedia, porque fue eso, y que le refanfinflaba que el obispo se muriera o no, pues este heroico defensor hasta la muerte de un río decidió seguir vivito y coleando y si se muere el río peor para el río.
Y quienes se lanzaron a pedir adhesiones para este obispo insensato me imagino que se estarán comiendo, con feijao, las recibidas.
Otro obispo que si yo fuera Papa lo enviaba inmediatamente a Partenia. Montar el número que montó para esto. Ciertamente hay obispos botarates.