No sé lo que me parece más repugnante. Si los políticos acudiendo a visitar a los obispos o estos recibiéndoles. Los primeros, anticatólicos convictos y confesos los más y no sé si alguno católico vergonzante, van a la caza de algún voto católico que ninguno se merece. Ninguno. Cualquier católico con un mínimo de convicciones no debería votar a Mas, Piqué, Montilla o Carod.
El más consecuente me parece el comunista, que ni sé como se llama ni me interesa saberlo, que no se ha prestado a esa farsa.
Y lo ya increíble es que los obispos se presten a esa farsa. Bueno, no es justo decir los obispos. Porque han sido solamente el de la eterna sonrisa, Sistach, el impresentable abad de Montserrat, que no es obispo, y un poquito, poco pero algo, el tarraconense Pujol.
Me da la impresión que el opusiano, y estoy dispuesto a rectificar si estuviera equivocado, no tuvo más protagonismo porque los políticos piensan que pinta muy poco en Cataluña.
Lo único positivo de esa farfolla es que parece que políticos que no sólo desprecian habitualmente a la Iglesia sino que hasta la combaten, terminan pensando que alguna importancia tiene. Y, a engañar.
Lo que no entiendo es que esos eclesiásticos se presten a eso.