No voy a entrar en intenciones porque las desconozco. Simplemente señalo la equivocación. Que cada cual piense lo que quiera.
El apostatar es algo libre para cualquier católico. Lo puede hacer cuando quiera pública o privadamente. Y nadie, por supuesto tampoco el Tribunal Supremo, se mete en eso. Bueno, nadie, tampoco es exacto. Se meterá Dios cuando el apóstata comparezca ante Él.
El Supremo lo único que ha dicho que la pretensión de escasísimos individuos de que fueran borrados sus nombres de los libros de bautismo no era atendible en Derecho. Y ni siquiera la de que marginalmente se anotara en dichos libros la manifestación de su apostasía.
Aquella idea que reputaron genial y en la que apenes les siguió nadie ha quedado totalmente desarbolada. Sólo era una estupidez.
Si esos seres, de los que hemos visto los caretos de cinco o seis, y no voy a opinar sobre los mismos, quieren hacer un registro de apostasías son muy dueños. Abren un libro y que se apunte el que quiera. Pero ellos. Sin molestar a nadie. Sin dar la murga a otros. No le va a importar a nadie. Y supongo que tampoco interesará a nadie. Algo así como si a un particular se le ocurre crear un registro de quienes se creen Napoleón. Posiblemente no necesiten ni un libro. Con un par de folios les iba a sobrar. Que lo intenten si quieren. A ver los resultados.