Políticas económicas alternativas

Miles de personas sufren penuria económica y están malviviendo en la sociedad española que se llama de bienestar, mientras la corrupción ética de los que más tienen resulta escandalosa. La beneficencia puede llenar algún hueco, pero la ideología en que funciona el sistema parece insensible al clamor de los excluidos. Por eso bienvenidas sean políticas alternativas.

En las últimas semanas los medios de comunicación han aireado dos medidas políticas que se barajan en la Junta de Andalucía.

Primera medida: “utilizar la red de centros escolares de la comunidad para garantizar que los menores cuyas familias están en situación más extrema coman al menos tres veces al día: desayuno, almuerzo y merienda”. Supongo que pocos o ninguno se opondrán a esta medida tal vez porque tiene que ver con la beneficencia y porque se trata de niños que despiertan en nosotros la semilla de compasión que todos llevamos dentro.

Segunda medida. Se propone revisar un hecho en principio antisocial: viviendas vacías porque sus propietarios no las quieren alquilar o sencillamente porque no consiguen inquilinos que paguen precios desorbitados, mientras muchas otras familias son echadas a la calle porque no pueden pagar la hipoteca. Como en todas las políticas habrá intenciones más o menos criticables, pero ¿por qué rechazar sin más esa medida? Si el gobierno debe buscar el bien común que implica el bien de todos los ciudadanos ¿quién puede negar la necesidad de su intervención ante esta desigualdad que puede ser legal pero a todas luces injusta?

Para evitar confusiones y utilización indebida de la Iglesia -bien para manipularla bien para tratarla con agresividad irracional- conviene recordar que su enseñanza social ha tenido siempre un objetivo prioritario: la dignidad de todas las personas. Por esta razón dice no al aborto como dice no a todo sistema político donde las personas queden reducidas a cosas y tratadas como mercancía. Defiende la propiedad privada pero no como derecho absoluto pues sobre ella pesa una hipoteca social; ese derecho cede cuando su ejercicio genera en los más débiles la imposibilidad de vivir como personas.

Además la última encíclica de Benedicto XVI -“La caridad en la verdad”- insiste: “el gran desafío que tenemos plateado por las dificultades del desarrollo en este tiempo de globalización y agravado por la crisis económico-financiera actual, es mostrar tanto en el orden de las ideas como de los comportamientos. que no sólo no se pueden olvidar o debilitar los principios tradicionales de la ética social, la honestidad y las responsabilidad, sino que en las relaciones mercantiles el principio de gratuidad y la lógica del don como expresiones de fraternidad, pueden y deben tener espacio en la actualidad económica ordinaria”. Desde el evangelio de Jesucristo la la enseñanza social de la Iglesia propone “un mundo más humano para todos, un mundo donde todos tengan que dar y recibir, sin que el progreso de los unos sea un obstáculo para el desarrollo de los otros”.

La Iglesia no se identifica con ningún partido político, ni de izquierdas ni de derechas. La misión es religiosa y precisamente porque el Dios revelado en Jesucristo afirma la dignidad de todos los seres humanos, la Iglesia debe incidir sin remedio en política cuando está en juego esa dignidad. Su enseñanza social deja bien claro que todo somos responsables de todos. En definitiva propone “una forma concreta y profunda de democracia económica”. La aportación de la Iglesia no es sólo la beneficencia por lo demás laudable sobre todo caundo hay tantos desvalidos de seguridad social. Su misión profética incluye también ofrcer el Evangekio para que los políticos y econonisdtas busquen soluciones más humanas. Y por eso acoge y avala toda alternativa política o económica, venga de donde viniere, que busque más humanidad para todos.
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