El cáncer de la fiebre posesiva (4.8.13)

1 .Hay un hacendado que sólo se afana en llenar sus graneros y dedicarse a la buena vida; nade le importa que los demás no tengan para comer. Su conducta refleja bien la mentalidad hoy generalizada en nuestra sociedad desfigurada por la codicia, el individualismo y la corrupción. A este hombre que no se preocupa de vivir bien compartiendo con los demás sino de tener todas las seguridades para darse la buena vida, el evangelio no le llama inmoral sino insensato, estúpido, por dos razones. La sabiduría del pueblo, que vemos en el Eclesiastés, responde a la experiencia de cada día: cuando menos pensamos se corta la trama de nuestra existencia; el que trabaja y consigue bienes, al final “tiene que legar su porción al que no ha trabajado”. Además ,”aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes”; las muchas riquezas no dan sin más sentido ni hacen más feliz la existencia de los seres humanos.

2. Sin embargo todos nos vemos afectados por esa fiebre posesiva. Preocupados únicamente de resolver nuestros problemas, guardamos bien lo poco que tenemos y si llega la oportunidad, nos aprovechamos de lo que sea y de quien sea para llenar bien nuestros graneros. En estos tiempos de crisis económica esa parece ser la única lógica razonable. Pero el evangelio sugiere otro camino. Contra codicia o afán desmedido de acaparar bienes, largueza, corazón generoso y conducta solidaria.

3. Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios. Una vez más la alternativa que con distintas versiones formula el evangelio: narcisismo del que se considera centro absoluto, y humildad abierta totalmente a Dios como Centro absoluto que se hace presente y nos interpela en el otro: “tuve hambre y me diste de comer”. ”Ser rico ante Dios” no quiere decir almacenar méritos para la otra vida, sino administrar nuestros bienes al estilo de Dios revelado en Jesucristo quien “siendo rico se hizo pobre para enriquecernos”. El Padre misericordioso es amor que continua y gratuitamente da vida y apoyo a todos, no tanto porque seamos buenos sino incluso cuando somos malos. Ese amor misericordioso, sellado en la conducta histórica de Jesús, hombre para los demás hasta entregar la propia vida, debe ser la inspiración y criterio para el buen uso de todos nuestros recursos.
Volver arriba