Una realeza al revés

Domingo 34º Festividad de Jesucristo  Rey

Evangelio: Lc 23,35-43

La gente, por su parte, se quedó allí observando, y aun los gobernantes estaban burlándose de él.: salvó a otros, que se salve a sí mismo si es el Cristo de Dios, el escogido. También los soldados se acercaron para burlarse de él. Le ofrecieron vinagre  y le dijeron: si eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.

         Había sobre él un letrero, que decía: “Este es el rey de los judíos”

         Uno de los criminales allí colgados empezó a insultarlo: ¿No eres tú el Cristo? ¡Sálvate a ti mismo y a nosotros! Pero el otro criminal lo reprendió: ¿Ni siquiera temor de Dios tienes, aunque sufres la misma condena?  En nuestro caso, el castigo es justo, pues sufrimos lo que merecen nuestros delitos; éste, en cambio, no ha hecho nada malo. Luego dijo: Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Jesús le respondió: “Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso”

Para meditar:

En nuestra cultura –forma de pensar y de organizar la vida- prevalece la lógica del poder: las personas son valoradas el puesto de relieve que ocupan y por el poder que tienen sobre los demás. En el tiempo y en la sociedad judía donde vivió y murió Jesús, muchos soñaban con un Mesías que llegaría con poder para dominar a los enemigos  del pueblo . Con esa mentalidad gobernantes, soldados y hasta la gente se escandalizan ante la pretensión liberadora del Crucificado.

La novedad del Evangelio: el poder de Dios se manifiesta como misericordia; compasión ante la miseria que sufrimos los humanos y entrega total en nosotros y con nosotros superar el sufrimiento y vencer a la muerte. Es la lógica del amor que humaniza de verdad. Somos humanos cuando saliendo de nuestro egocentrismo hacemos lo posible para que todos tengan vida. En nuestra sociedad y hasta dentro de la misma Iglesia, la fiebre positiva y la codicia insaciable se manifiesta en la corrupción de la política, de la economía e incluso de las apariencias religiosas. Todos llevamos encima la tentación del poder.

El que llamamos buen ladrón, junto a la cruz de Jesús, reconoce su equivocación. El error en que fácilmente caemos: creer que nos salvamos, nos humanizamos, preocupándonos  solo de nuestra seguridad.  El Crucificado  que con amor vence a la muerte, sigue diciendo “el que vive solo preocupado por asegurar su vida, la pierde; pero el que vive haciendo lo posible para que los demás puedan  vivir, se realiza como persona”. En  esa perspectiva celebranos, como culminación del año litúrgico la festividad de Cristo Rey.

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