Somos familia de Dios: Padre nuestro

- invitación a la oración.
La primera lectura (Génesis - Abrahán) y el evangelio nos convocan a orar.
Jesús oraba siempre. A lo largo de su vida le podemos ver frecuentemente orando; confrontaba sus cosas, su vida, sus problemas y los ponía en manos de Dios Padre. Pasaba largas noches en oración.
Los discípulos -los cristianos de la iglesia naciente- sienten la necesidad de orar y le piden a Jesús que les enseñe a orar.
Existen muchos métodos de oración, incluso a veces adoptamos formas y sistemas de oración de otras culturas y religiones.
Si vamos al evangelio la oración es algo muy sencillo y ya está en el evangelio: métete en tu habitación, cierra la puerta y ponte en brazos de Dios Padre. Guarda silencio y escucha a Dios Padre: Padre nuestro…
Con gran respeto para otras religiones y formas de oración, nuestra oración es ponernos en brazos de Dios Padre.
- Orar en silencio, en paz, en Dios.
Orar es sentir necesidad de pensar las cosas, la vida, los problemas y ponerlos en Dios. Y tal vez ante Dios y con Dios nuestra mejor palabra sea el silencio. Nuestro silencio habla por sí mismo.
Más que hablar, orar es escuchar a Dios en el silencio y la profundidad de nuestra alma.
El creyente ora en las diversas circunstancias de la vida: en la enfermedad, en el sufrimiento, en el pecado, en los peligros, en el trabajo, en un nacimiento en la familia, ante la muerte, etc. Una persona creyente que ora, es muy consciente, ve y vive las realidades desde Dios y ante Dios.
Orar es algo muy sencillo y, al mismo tiempo, muy profundo.
Orar es demorarse en Dios.
Quien ora ha aprendido a vivir.
- La oración es ser consciente: “estar en sí”.
La oración es un “momento” consciente ante Dios y también en la asamblea eclesial.
Orar es “estar en sí”, ser consciente de la vida ante el Señor.
La oración supone un abrirse a la ultimidad de Dios. Orar es la actitud del ser humano que se abre a Dios y se pone en sus manos En la oración vemos y ponemos nuestra vida, nuestros criterios, nuestros caminos, nuestros problemas y nuestras esperanzas a la luz y el amor de Dios. Una persona creyente ora, es decir, ve esas realidades desde Dios y ante Dios.
La oración es un acto de confianza en Dios Padre.
En la oración abrimos nuestra vida y la ponemos en manos de Dios.
- ¿Confrontar la vida ante qué tipo de Dios? Padre.
Lo primero que Jesús nos dice a la hora de orar es que nos dirigimos a un Dios que es Padre: Padre nuestro…
Si he de presentarme ante un Dios del Derecho Canónico o ante el Dios del Santo Oficio o del juicio final de Miguel Ángel de la capilla Sixtina o ante el Dios que condena al infierno, “mejor es morirse”.
Ante un Dios judicial y justiciero uno no puede orar. Con un Dios que se parece a Hacienda o a la Inquisición, es mejor no hablar.
Hay personas que tienen siempre una actitud de prepotencia y juicio: en el orden clerical, familiar, laboral, en la vida normal, en el mundo episcopal y clerical: sistemáticamente su actitud es de juicio, de culpabilización. Es muy distinto orar, charlar y confrontar la vida con el padre del hijo pródigo, a tener que rendir cuentas a un Dios justiciero de cierta moral o del derecho canónico, o del mundo episcopal - clerical.
La experiencia que Jesús tiene de Dios y lo que nos ha dicho es que Dios es Padre. Padre nuestro: Padrenuestro…
Uno puede pedirle consejo, dejarse iluminar por su Padre. Con el Dios y Padre de Jesús se puede tratar y charlar, orar. Con el Dios de ciertos entramados e instituciones católicas, no es posible orar.
Con el Dios de Jesús “se puede hablar” porque la palabra que nos dirige es de bondad, de un padre bueno. Lo que Dios dice es siempre misericordia. El poder y la justicia de Dios son misericordia.
- 04. Conclusión. No somos extraños para Dios.
Tal vez, la lección más importante del evangelio de hoy acerca de la oración es que:
- o No somos extraños para Dios, somos hijos de Dios, familia de Dios.
- o El Dios de Jesús es Padre. Con el Dios de Jesús, Padre, se puede tratar: es bueno hablar y tratar.
- o Jesús nos dice: No eres un extraño para Dios: somos sus hijos. Dios es mi, -nuestra- familia. Por eso, cuando os dirijáis a Dios decidle:
Padre nuestro.