La más triste desgracia que producen los fundamentalistas va precisamente en línea contraria a lo que ellos dicen pretender. Pretenden defender la fe católica, o la verdad cristiana en el caso de los fundamentalistas protestantes, contra supuestos errores y desviaciones. Para ello se apoyan en la seguridad de la letra de la Biblia o del dogma, leídos literalmente, como si cada una de las palabras de la Biblia o del dogma fueran absolutas, y no estuvieran históricamente condicionadas. Uno de los efectos que logran es que los adversarios de la fe cristiana se apoyen en ellos para rechazar la luz que proviene de la Revelación y la sabiduría que nos transmite la tradición de la Iglesia.
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