"Pero estamos ciegos" Somos como dioses

Mirada interior
Mirada interior

"'Dentro de nosotros hay algo que no tiene nombre, esa cosa es lo que somos'(Saramago)"

"'En este claustro interior (…) se halla la fuente inagotable de nuestras ideas y nuestros instintos' (Wiesenthal)"

"La respuesta a la inquietud agustiniana hemos de hallarla a partir de una vuelta al principio, al relato del Génesis, al momento de la creación"

"'Dios ‘nos ha dado esta identidad de hijos'. Incluso podemos decir: ‘Somos ‘como dioses’ porque somos hijos de Dios (…)' (Francisco)"

"Quizás tengamos el corazón (…) anestesiado  por el éxito, por las cosas, por el poder. Quizás nuestro corazón esté adormecido y atrofiado (cf. Homilía, 28.08. 2013)"

"'Creo que estamos ciegos, ciegos que ven, ciegos que, viendo, no ven' (Saramago)"

Cuando me acerqué al Ensayo sobre la ceguera, de José Saramago, quedé muy sorprendido por la sabiduría que atesoraba. Hay un momento en el que aparece una perla con este inesperado esplendor: “Dentro de nosotros hay algo que notiene nombre, esa cosa es lo que somos”. Alude, en mi opinión, a la verdadera identidad del ser humano, al menos en la perspectiva de la cosmovisión cristiana. ¡Pura sabiduría humana!

Todos lo intuimos. Todos lo percibimos en lo ‘profundo de nuestra intimidad’ (Wiesenthal en alusión a Rilke), en  nuestro interior más íntimo. Todos lo sentimos. No sabemos exactamente lo que es. Pero es lo que somos.  Nos inquieta y, a veces, nos puede enardecer. Se suele manifestar en forma de anhelo y deseo. San Agustínlo expresó así: “Nos hiciste para Ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti” (Confesiones, I, 1.1.). ¿Por qué, entonces, no sabemos extraer, a partir de esta inquietud,  ‘el sentido profundo de la vida’ (Francisco) que contiene? Quizás debamos escuchar más, no dejar de buscar hasta que se encuentre (ET, 2) y, sobre todo, no dejar de ver y pensar con el corazón (cfr. Delgado, Mirar y pensar con el corazón,RD)

Creemos. Crecemos. Contigo

“En este claustro interior (…) se halla la fuente inagotable de nuestras ideas y nuestros instintos. Y también nuestras acciones y omisiones encuentran ‘sentido’ cuando dimanan de este espacio o se dirigen hacia él” (Wiesenthal, Rainer Maria Rilke (El vidente y lo oculto), Barcelona, 2015). En esta dirección, es también muy reveladora la obra de Tagore. Según Guillem Ferrer,“afirmaba que lo esencial era descubrir en el interior de uno mismo la presenciade Dios” (Las dos dimensiones, UH, 04.10.2025).

Rainer Maria Rilke: Sobre la sabiduría y el propósito de la vida –  Excellence Reporter

En mi humilde experiencia, la respuesta a la inquietud agustiniana hemos de hallarla a partir de una vuelta al principio, al relato del Génesis, al momento de la creación. ¿Qué nos dio Dios para que se acuerde y se cuide  de nosotros? (Ps 8, 5 y ss.). El Papa argentino nos ilustró, a este respecto, en su Homilía de 7 de febrero de 2017:

“En primer lugar nos ha dado el ADN, es decir, que nos ha hecho hijos, nos ha creado a su imagen, a su imagen y semejanza, como Él”. Y, añadió: “que se le parezca mucho o poco, es hijo: ha recibido la identidad (…) En definitiva, Dios ‘nos ha dado esta identidad de hijos'. Incluso podemos decir: ‘Somos ‘como dioses’ porque somos hijos de Dios (…)”.  “Dios, dijo el Pontífice, ‘nos ha dado la identidad: tenemos la misma identidad de Dios, somos hijos de Dios. Hemos sido creados a su imagen y semejanza. Nos ha dado el don de la tierra, de la creación: ‘¡Todo es vuestro, pero para llevarlo adelante, para cuidarlo, no para destruirlo!’”.

A partir de la referida identidad y a la vista de la realidad de la marcha del mundo, ¿qué nos ocurre a los humanos?  Francisco, una vez más, nos alerta acerca de dónde puede radicar el problema: Quizás estemos ‘atraídos por otras propuestas’. Quizás tengamos ‘el corazón (…) anestesiado  por el éxito, por las cosas, por el poder’. Quizás nuestro corazón esté ‘adormecido’ y ‘atrofiado’ (cf. Homilía, 28.08. 2013). Lo que aparece indubitado es que, a pesar de nuestra identidad y consiguiente capacidad, no acabamos de encontrar el sentido de la propia  vida. ¿Qué hacer?  No dejar de buscar.  Como San Agustín, ‘no pierda (s) la inquietud de la búsqueda espiritual’, de encontrar a Dios’.

Aquí, dice la experiencia espiritual, y el testimonio de la historia, radica, como siempre, la clave, la explicación, la verdadera riqueza. No podemos vivir de  un modo incoherente con la propia identidad. El mismo Jesús ya nos alertó, en múltiples ocasiones , de este riesgo: ‘no  caéis en la cuenta’, ‘no habéis sido capaces de reconocer a aquel que está ante vosotros  ni de intuir el momento presente’, ‘no lo ven’ (ET 51, 91, 113), ‘miran sin ver y oyen sin oír ni entender’ (Mt 13, 13 y ss.). Cómo nos ha recordado Saramago, "creo que estamos ciegos, ciegos que ven, ciegos que, viendo, no ven".

Volver arriba