El presbítero barcelonés publica el libro ‘Gaudí y el Park Güell. Viaje al interior de un sueño’ Bruno Bérchez: “El Park Güell no es solo arte, sino también un itinerario de conversión y un camino espiritual”

Gaudí y el Park Güell. Viaje al interior de un sueño (Centro de Pastoral Litúrgica, 2025), un libro que invita a leer el parque como un itinerario teológico, un calvario encubierto entre columnas dóricas y animales fantásticos de cerámica
Su libro, a medio camino entre el ensayo, el testimonio y la propuesta pastoral, plantea que Gaudí, junto al enigmático Eusebi Güell, diseñó un espacio que no solo debía ser saludable para el cuerpo, sino purificador para el alma
“Lo que propone Gaudí aquí es un itinerario de sanación espiritual. Tiene que ver con el sacrificio, con la mirada limpia. No quiere meter a la Iglesia en el centro, sino invitar a una vida reconciliada”
“Lo que propone Gaudí aquí es un itinerario de sanación espiritual. Tiene que ver con el sacrificio, con la mirada limpia. No quiere meter a la Iglesia en el centro, sino invitar a una vida reconciliada”
| Xavier Pete, Agencia Flama
El sol otoñal se filtra tímidamente entre las palmeras y pinos que coronan la plaza del Teatro Griego del Park Güell de Barcelona. Alrededor, turistas de todos los idiomas y cámaras desfilan como en una procesión desordenada, buscando la fotografía perfecta. En medio de este escenario de cerámica y cielo azul, el sacerdote Bruno Bérchez (1977) se sienta con la tranquilidad de quien juega en casa.
Creció en el barrio de la Salut, justo frente al parque. “Yo, como antiguo alumno de la Escuela Reina Elisenda, jugaba a la pelota aquí mismo, en la plaza del Teatro Griego”, dice con una sonrisa, señalando la gran explanada decorada con bancos ondulantes y mosaicos de trencadís. Con el paso de los años, el juego de su infancia ha dado paso a una búsqueda espiritual adulta que ha cristalizado enGaudí y el Park Güell. Viaje al interior de un sueño(Centro de Pastoral Litúrgica, 2025), un libro que invita a leer el parque como un itinerario teológico, un calvario encubierto entre columnas dóricas y animales fantásticos de cerámica.
El parque como catequesis urbana
“Hay demasiados elementos cristianos en el parque como para que no tengan algún vínculo entre ellos”, afirma Bérchez, que es párroco de varias parroquias del norte del barrio de Gràcia, entre ellas la de Mare de Déu de la Salut, a la que pertenece el Park Güell. Su libro, a medio camino entre el ensayo, el testimonio y la propuesta pastoral, plantea que Gaudí, junto al enigmático Eusebi Güell, diseñó un espacio que no solo debía ser saludable para el cuerpo, sino purificador para el alma.

¿Las bolas de piedra gigantes que rodean la plaza? Un rosario. ¿La escalinata que asciende entre dragones y columnas? La Vía Sacra, una ascensión que quería transportar al visitante a Delfos. ¿Y la seta seductora que corona la entrada, ese elemento naíf que muchos visitantes fotografían sin pensarlo demasiado? Para Bérchez, es una metáfora poderosa: “Representa el fruto prohibido, la tentación del árbol del bien y del mal. Gaudí no jugaba con símbolos vacíos”, destaca.
El camino correcto, dice, no era el de la seducción, sino el de la cruz. “Elegir el camino de la cruz te llevaba hacia lo alto”, admite. El itinerario estaba pensado para culminar en una capilla nunca construida, en forma de rosa —símbolo mariano por excelencia—, donde la Virgen María Inmaculada, inmóvil pero viva, habría sido la guardiana del paraíso recuperado.
Gaudí, Verdaguer y la Madre del Parque
Todo en este relato espiritual respira un aire que combina devoción y belleza. En las inscripciones de los bancos —obra de Josep Maria Jujol—, Bérchez detecta un “aura verdagueriana”. Hay una melodía de flores, de calvarios y de versos escondidos, que solo el ojo atento puede distinguir entre las teselas multicolores. “El gran descubrimiento del libro ha sido precisamente este: ver cómo la poesía de Verdaguer resuena en los bancos de Jujol. Gaudí y Verdaguer son almas hermanas: geniales, incomprendidos, tocados por el Señor y poetas, uno del granito y el otro de la pluma”, afirma.

Para Bérchez, María no es solo una figura devocional, sino la clave de lectura de todo el proyecto: “Gaudí hizo un parque donde María sería símbolo —manifiesta el sacerdote— y el ideal de la nueva vida inmaculada. María enseñaría a los residentes cómo una vida verdaderamente saludable es una vida sin pecado”. E incluso la lavandera de piedra, esa escultura discreta que lava ropa en un rincón del parque, adquiere una nueva lectura: “Es una alegoría de María, la madre del parque que debería haber cuidado de los habitantes, que nunca llegaron”, reconoce.
De converso a converso
Bruno Bérchez no se acerca a Gaudí desde la distancia del académico, sino desde la complicidad vital. “Entiendo a Gaudí porque también soy converso”, constata. Él, bautizado a los 20 años en el Cottolengo del Padre Alegre tras una etapa atea, ha encontrado en Gaudí un espejo de camino espiritual, otra alma inquieta que mató el ego para renacer en Dios. “Él no quería destacar. Hacía largos ayunos, quería volver al origen, que es Dios. Gaudí quería matar al Gaudí”, subraya.
En un momento en que sigue vivo el debate sobre el papel de la fe en la sociedad, Bérchez cree que el Park Güell contiene una propuesta sorprendentemente vigente: “Lo que propone Gaudí aquí es un itinerario de sanación espiritual. Tiene que ver con el sacrificio, con la mirada limpia. No quiere meter a la Iglesia en el centro, sino invitar a una vida reconciliada”, destaca.
El Parque que aún habla
Las sombras se alargan en la plaza. Los turistas siguen haciendo cola para sentarse en el famoso banco ondulante, sin saber —quizás— que bajo las teselas hay poemas marianos, que entre las columnas se escondía un calvario, y que la lavandera vela por el paraíso perdido.
Bérchez se levanta, se despide con la cordialidad de un párroco de barrio y desaparece por uno de los caminos empedrados. El Park Güell, mientras tanto, sigue hablando a quien quiera escucharlo. Y entre trencadissos, dragones y flores, quizá aún resuene aquella pregunta del inicio: “¿A quién escucharé hoy? ¿Qué elegiré hoy? ¿El engaño de la seta o el camino de la cruz?”