Encuentro de los misioneros de la OCSHA en Brasil: compartir vida y experiencias.

Ser misionero ad gentes es una tarea que la Iglesia encomienda a algunas personas. La Conferencia Episcopal Española, a través de la OCSHA (Obra de Cooperación Sacerdotal para Hispanoamérica), envía a los sacerdotes diocesanos españoles para realizar el trabajo misionero en las diferentes diócesis latinoamericanas.

Es una tradición que los sacerdotes de la OCSHA que trabajan en Brasil se encuentren anualmente para compartir las experiencias que forman parte de sus vivencias cotidianas. En los años pares estos encuentros se celebran a nivel continental y en los años impares a nivel nacional.

Desde el día 12 al 16 de enero ha tenido lugar en la diócesis de Cajazeiras, estado de Paraíba, de donde desde 2001 es obispo Monseñor José González Alonso, el encuentro de la OCSHA de este año. Este momento de confraternización es un evento a más dentro de los actos del centenario de la diócesis, entre los que también ha formado parte las bodas de oro sacerdotales de su obispo diocesano. Junto con él han participado otros cinco misioneros procedentes de Río de Janeiro, Pará y Bahía.

Poco a poco, el número de misioneros de la OCSHA en Brasil y en la mayoría de los países hispanoamericanos va disminuyendo, aunque entre los seis participantes suman más de 200 años en la misión. Algunos, como Monseñor González Alonso, que llegó a Brasil un año después de ser ordenado, son hijos del Colegio Hispanoamericano, que en Madrid y Salamanca formaban seminaristas que después eran enviados a diferentes diócesis.

Los encuentros promovidos por la OCSHA ayudan a tener conciencia de la vinculación de cada misionero con la Iglesia española y estimulan la fraternidad entre los diferentes miembros, pues son una buena ocasión para reencontrarse con aquellos con quienes en otros momentos de la vida han sido compañeros de trabajo en las diferentes diócesis del país. Al mismo tiempo ayudan a conocer las condiciones de vida y como se evangeliza a quien vive en las favelas, a la orilla de los ríos amazónicos o en las áridas tierras del interior del nordeste.

Son tantas las anécdotas que aparecen en estos momentos que bien podría ser escrito un libro en el que recoger tantas experiencias que han enriquecido no sólo la vida de la gente como de los propios misioneros. Desde mi propia experiencia personal no tengo ningún reparo en decir que en la misión uno aprende mucho más que enseña, especialmente de la gente sencilla, que con su ejemplo de fe muestra cómo Dios se hace presente en la vida de cada ser humano.

No podemos olvidar que la dimensión misionera nunca puede faltar en la vida de la Iglesia, que como constantemente recuerda el Papa Francisco, siempre debe estar en actitud de salida. Por eso, uno de los desafíos es que entre los sacerdotes diocesanos puedan surgir nuevas vocaciones misioneras que den relevo a aquellos que, en muchos casos, han donado su vida sacerdotal al servicio de la misión.
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