Mary Ángel Marco: “Ojala el Sínodo ayude a que todos sepamos mirar a la gente que está perdida”.

Algunos momentos cambian nuestra vida, o por lo menos nos ayudan a orientarla de una forma diferente. Eso es lo que podemos decir que pasó con Mary Ángel Marco, Ursulina de Jesús, de origen español, que desde hace cinco años es misionera en Ecuador.

Ella misma reconoce que “tuve la suerte de participar de la Primera Escuela de Derechos Humanos de la Red Eclesial Pan-Amazónica - REPAM, acompañando como agente de pastoral el caso de Tundayme, junto con uno de los líderes locales”, escuela que tuvo lugar en 2016 en la ciudad ecuatoriana de Puerto Orellana.

Define esta experiencia como “una aventura muy bonita, pues no sabía especialmente sobre pueblos indígenas, ni sobre la Amazonía y descubrí muchas cosas”. La motivación le vino, según ella, porque “me encantaba la línea de exigibilidad de derechos, allí nos formaron tanto en derecho nacional como internacional, como buscar hacer informes, recoger la información y poder hacer una incidencia operativa. Fue una experiencia muy buena”.

¿Cuál es tu misión actualmente?

Como agente de pastoral acompaño una comunidad muy sencilla, en Tundayme, que está en el sur del país, en Zamora-Chinchipe. Es una comunidad que está en la Cordillera del Condor, tendrá 800 habitantes, contando las comunidades de los alrededores. Desde 2010 hay una minera china, preparando una mina a cielo abierto, para extraer cobre y oro. No han empezado a sacar todavía, pero ya la destrucción es enorme, de la naturaleza y de la gente. Necesitan terreno no habitado.

De 2000 a 2010, una empresa canadiense se dedicó a comprar con engaño tierra y a despoblarla. Se la vendió a la china, que sí tenía capital abundante para explotar, y ellos están escavando. Van a hacer un socavón de un kilómetro y medio de diámetro y un kilómetro de profundidad. Como son tierras sulfuradas, nada más que salen al contacto con el aire, ya se acidifica. Allí llueve mucho, llueve todos los días, y esa agua se filtra y está muy ácida. El río, por la cantidad de tierra removida, ya tiene muchísimo lodo, ni las vacas beben. La gente bebe porque no hay otra cosa, pero para mí no sería bebible.

Mucha contaminación, deforestación palpable, cada vez que vas se ve más deforestado, y como hubo familias que no accedieron a vender, hubo un conflicto fuerte y se les ha aplicado la servidumbre minera, algo que lamentablemente es muy injusto. La ley de minería de Ecuador contempla que lo que se considera un terreno concesionado, que es de prioridad para el Estado, si tú no accedes a venderlo, te puede aplicar la servidumbre minera, y eso es un alquiler obligatorio de la tierra por 30 años.

Te dan un cheque, quieras o no lo quieras, tú no puedes decir no, simplemente puedes negociar la cuantía del cheque. Se aplicaron varias, pero hay gente a la que se le aplicó y que no cogió el cheque, en una actitud de resistencia. Esa es la gente a la que estamos acompañando como REPAM. Ahora mismo hay treinta familias desalojadas, y aun cuando la servidumbre minera contempla el desalojo, se hizo de tan mal manera que está judicializado.

Se hizo una comunicación judicial antes, no había alternativa, era irse, pero no había un lugar preparado para donde irse, y dando cinco minutos para salir. Amanecieron con mucha policía, tuvieron cinco minutos para salir, por supuesto las cosas no pueden salir en cinco minutos, destruyeron la casa, cavaron en el mismo lugar y la enterraron. La gente se sintió agredida, y realmente es que hubo agresiones, personas ancianas fueron agredidas.

¿Cómo reacciona la gente?

La mayoría de la gente es como o no creérselo o el miedo, como diciendo esto también me puede pasar a mí. Lamentablemente muchos vecinos han ocupado ese terreno, en los años sesenta, cuando el gobierno de Ecuador, por la ley de tierras decía que la Amazonía estaba libre, que era una tierra sin hombres para hombres sin tierra. Entonces vino mucha gente de la Sierra, de forma que toda la zona de Tundayme, que es territorio shuar ancestralmente, en los años sesenta comenzó a llegar gente de la Sierra, que son quichuas. Pero eran los colonos y cuando llegaban, la ocupaban, la cultivaban y se les daba la tierra, se escrituró esa tierra. Es gente que vivió la guerra de 1995, porque allí hubo combates y ellos apoyaron al ejército ecuatoriano, evidentemente, alimentándolos.

Ahora dicen, yo que vine y preparé este terreno, que era la frontera viva y que nos dijeron que ocupásemos este terreno para que no lo ocupase Perú, que hicimos la guerra y hoy, el mismo Estado, a mí me echa. Hay cierta culpabilidad entre los vecinos, pues cuando desalojaron a algunos de ellos, nadie se atrevió a decir nada, a oponerse. De hecho, cuando ocurrió, una de las cosas que ellos cuentan es que el ejército había cortado la carretera de acceso. Aunque había gente dispuesta a apoyarlos, estaban fuera, y estaban solos los de las casas. Era como mucha soledad, apabullante, porque había más de cien soldados, y la gente no sabía que hacer.

La gente afectada al principio estaba avergonzada, pues había gente que decía, si te echaron algo habrás hecho. Hoy ya vuelven al pueblo y ya están integrados con los demás. Eso significa para ellos que pueden volver a casa, que sus vecinos les reconocen. Un porcentaje importante de la población trabaja para la minera, porque es la única fuente de trabajo que da sueldo, lo demás ya es campo. Pues bueno, hay conflicto.

¿Cómo se ha posicionado la Iglesia ante eso?

La Iglesia tiene un papel protagónico un poco lamentable, en el sentido de que allí había un sacerdote, de origen polaco, que estaba a favor de las minas, fruto de su propia trayectoria en Polonia. La minera le buscó de aliado para poder derribar una capilla. Era en un barrio, San Marcos, donde había bastante gente viviendo, pero donde se había hecho bastante expolio de comprar tierras y de echar gente. Había gente viviendo y había una capilla. La minera buscó al sacerdote para conseguir la firma del obispo de que se podía tirar esa capilla, pero hubo engaño.

El obispo firmó, tiraron la capilla, y después tuvo que pedir públicamente disculpas, diciendo que no sabía lo que estaba firmando, y luego reconocer que aquella capilla no la había hecho el Vicariato, sino la Junta de Encomiendas. No tenía ni escritura para dar ese poder, pero el cura estaba en medio, entonces un hubo un rechazo a la Iglesia muy importante. Cuando se hizo la escuela de la REPAM, la Iglesia partía de bajo cero, no éramos muy bien recibidos. Se está haciendo humildemente camino.

¿Cuáles son las perspectivas de la REPAM para intentar recuperar la credibilidad y ayudar a esa gente ante una situación tan grave?

La REPAM se implicó en el caso. Luis hizo la escuela de formación conmigo, estuvimos en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, se hizo un informe y está apoyando a tres niveles, a nivel jurídico, por ejemplo ahora están las medidas de protección solicitadas por el tema de los desalojos, porque ya han amenazado con más desalojos, está judicializado y lo acompaña la abogada, y a nivel psicosocial, que es una solicitud de ellos.

Para esa gente, fue como el terremoto, lo perdieron todo. No sólo me quitaron mi casa, como me echaron de mis tierras, tampoco ahora tengo de que vivir. Un caso que tenía mucho ganado, en una noche se llevaron 130 cabezas de ganado. Usted las recupera mañana, le dijeron, a lo que respondió, ¿y a dónde las llevo, me las llevo a casa? Lo que se les quita es de que vivir.

Al final, es un choque a nivel psicológico muy fuerte y estamos haciendo una serie de talleres para asumir el duelo e intentar la resiliencia. Ahí está acompañando una hermana de Berriz, María José López, que ha estado acompañando y sigue acompañando a las comunidades que sufrieron el terremoto. A nivel personal y familiar fue un terremoto .

Luego está el nivel productivo, que comenzamos ahora, estamos lanzando el proyecto productivo. Como lo que falta son tierras para cultivar, se está haciendo con animales menores, para que la gente pueda un poco tener de que vivir.

¿La empresa minera amenaza a la gente?

Yo te diría que sí. Todo es muy sutilmente, ellos cuando vas, aparece siempre un encapuchado en moto detrás, te siguen. Tú dices, no te han hecho nada, sólo te han sacado fotos, pero ya es una forma de intimidación. Lamentablemente ya hubo un asesinato. En Tundayme asesinaron el 2 de diciembre de 2014 a José Tendesa, era un líder indígena shuar. Dos acusados eran trabajadores de la empresa. Se quedó en agua de borrajas porque no se admitieron pruebas, que eran bastante contundentes. Creemos que la justicia no fue muy independiente y aunque estuvieron varios meses presos preventivos, después no se les condenó.

Esa presión directa de la empresa se vivió mucho más al principio. Ahora son muchos trabajadores, mucho trabajador chino, no siento agresividad, no tengo miedo. Al principio se vivió, pero bueno, hay que convivir y convivimos.

¿Hasta qué punto el Sínodo puede ayudar a tomar conciencia de esas problemáticas? ¿Hasta qué punto el Sínodo puede ayudarnos a entender que sin el cuidado de la Casa Común el futuro del Planeta está cada vez más complicado?

Creo que es un horizonte bonito y esperanzador. Cuando me preguntabas lo de la Iglesia, estamos humildemente, porque no hay párroco, ahora mismo estoy yo de agente de pastoral, pero es algo residual. La Iglesia, quien la mantiene es la gente mayor del pueblo, que son los que están allí, pero agentes de fuera brillamos por su ausencia. Se acompaña en tiempos fuertes como Semana Santa. ¿Qué le pide la gente a la Iglesia? Hicimos una reunión en Tundayme con gente que va a la Iglesia, para el Sínodo, y era que les ayudemos a defenderse, diciendo fórmeme, valóreme y ayúdeme a hacerme valer frente a otro.

Ellos están muy marcados por la contaminación, porque es muy palpable. Hay mucho polvo, volquetas pasando constantemente, lamentablemente la Cordillera del Cóndor se ve cómo se desbroza y ya se dice que los cerros van a desaparecer, el río está contaminado. Están súper marcados por eso, y piden que la Iglesia defienda la naturaleza como un lugar sagrado y decir no estamos solos, porque realmente se ha visto que resistieron bastante solos y señalados. Agradecen que se les valore y piden a la Iglesia que sea su portavoz, que les ayude a llegar más allá de donde ellos llegan.

El Sínodo es esperanzador si todos somos capaces de acompañar. Tundayme es un sitio muy pequeño, pero es muy importante lo que pasa allí, que la gente sepa lo que pasa allí, que a los demás les importa, que se va a ayudar a hacerlo visible, eso da esperanza. Ojala el Sínodo ayude a que todos sepamos mirar a la gente que está perdida, en sitios lejanos, pero que son muy importantes y no quieren salir de su tierra, eso lo tienen claro.
Volver arriba