Ayuno, abstinencia, sacrificio: Tres palabras pasadas de moda para quien no tiene fe. ¡Cierto!, este es un pensamiento absurdo para todo el que es indiferente a la doctrina católica, se tapa los oídos cuando en Cuaresma oye hablar de estas prácticas y piensa: ¡vaya chorrada!
Para el creyente tienen un sentido. Los evangelistas Mateo y Lucas narran como Jesús fue al desierto y allí ayunó cuarenta días y cuarenta noches.
Pasar hambre para vivir más unidos a Cristo y a su cuerpo místico. ¡Tantos hombres no tienen que llevarse a la boca! No está mal que yo sienta alguna vez este aguijón y
pensar así en mis hermanos hambrientos.
Si amo a los demás tengo
mil ocasiones de sacrificarme como Jesús se sacrificó para darnos vida. La abstinencia va en este mismo sentido, es decir, en no quedarse sólo en abstenerse de comer carne, ya que entonces los viernes de Cuaresma no como carne pero como langosta, porque es pescado.
Me abstengo, ayuno, me sacrifico porque
pongo como centro a Dios y al hombre. El amor hacia los demás es una manifestación del amor a Dios, pues la caridad es el sacrificio más agradable al Señor. Así, para el creyente, tiene significado el ayuno, la abstinencia y el sacrificio.
Sor María Nuria Gaza.