Canto al amor fraterno

Hilari Raguer, monje benedictino de Montserrat, comenta en su libro “Para comprender los salmos”: “Con-vivir, vivir no sólo uno junto al otro físicamente, sino moralmente unidos. Esto es lo que el salmista califica de dulzura y delicia”.
Pero por desgracia la fraternidad no es lo que más abunda en nuestra sociedad. Humanamente no es fácil lograr la armonía y la estima del otro, se requiere la fuerza que viene de lo alto. Si falta el don de Dios, unos guerrean contra otros.
Si ya en la Antigua Ley era importante el amor, los profetas lo repetían constantemente, más lo es desde que vino el Hijo de Dios en este mundo y que pocas horas antes de morir recomienda a los suyos:“Os doy este mandamiento nuevo: Que os améis los unos a los otros. Así como yo os amo debéis también amaros los unos a los otros os amáis los unos a los otros, todo el mundo conocerá que sois mis discípulos” (Jn 13, 34).
En el versículo tercero de este mini salmo, compara la fraternidad como “el rocío del Hermón que va bajando sobre el monte Sión”. Tengamos presente que la tierra de Palestina de por si árida, es fecundada por el deshielo del Hermón que forma el río Jordán. Excelente comparación. La armonía entre los hombres llena la sociedad de bienestar.
He ahí un punto para reflexionar. Seamos personas que fomentemos el entendimiento entre unos y otros. Si lo hacemos seremos auténticos hijos de Dios como dicen las bienaventuranzas: “Dichosos los que trabajan por la paz porque Dios los llamará hijos suyos” (Mt 5, 9). Texto: Hna. María Nuria Gaza.