El campesino una vez echada la simiente en los surcos, confía que gracias a la lluvia la simiente dará su fruto. Cuando confío en el otro acepto fácilmente lo que me dice aunque no comparta todo lo que me dice o no lo comprenda. La desconfianza por el contrario, es como una mordaza que nos impide avanzar.
La confianza ayuda a superar los desacuerdos. La confianza exige estar libre de perjuicios.
Cuando hay confianza no temo exponer mi pensamiento, los desacuerdos no rompen la amistad, es un camino para superar las diferencias. Todo lo contrario ocurre cuando prevalece la mentira, el engaño, o incluso la adulación que es una forma de poca sinceridad. Cuando hay engaño difícilmente se recupera la confianza en el otro.
Un ejemplo de confianza la tenemos en un niño en brazos de su madre. Todo lo espera de ella es lo que canta el salmo 131 a raíz de la confianza en Dios:
“Acallo mis deseos como un niño en brazos de su madre”. Ciertamente contemplar a un pequeño durmiendo entre los brazos de su progenitor es la imagen más expresiva, más hermosa, de la confianza. Sus azares están sus padres. A nivel espiritual la confianza en Dios padre es esencial.
Texto: Hna. María Nuria Gaza.