El Papa recibe a los participantes en el Jubileo de la Orden Ecuestre del Santo Sepulcro de Jerusalén León XIV: "Con sus acciones, ustedes demuestran que cuidar el Sepulcro de Cristo es apoyar una Iglesia hecha de piedras vivas"

Papa saluda a la orden del Santo Sepulcro
Papa saluda a la orden del Santo Sepulcro

Este jueves, 23 de octubre, el Santo Padre recibió en audiencia a los participantes en el Jubileo de la Orden Ecuestre del Santo Sepulcro de Jerusalén

Los alentó a seguir dando "un testimonio constante de fe y solidaridad hacia los cristianos residentes en los Lugares Santos"

"Hoy la Iglesia vuelve a confiarles la tarea de ser guardianes del Sepulcro de Cristo. Háganlo con la confianza de la espera, con el celo de la caridad, con el impulso gozoso de la esperanza"

(Vatican News).- “Hoy la Iglesia vuelve a confiarles la tarea de ser guardianes del Sepulcro de Cristo. Háganlo con la confianza de la espera, con el celo de la caridad, con el impulso gozoso de la esperanza”, con estas palabras el Papa León XIV alentó a los participantes en el Jubileo de la Orden Ecuestre del Santo Sepulcro de Jerusalén, a quienes recibió en audiencia, este jueves 23 de octubre, en el Aula Pablo VI del Vaticano.

Testimonio de fe y solidaridad

A los Caballeros y Damas de la Orden Ecuestre del Santo Sepulcro de Jerusalén que llegaron a Roma de diversas partes del mundo para participar en este Jubileo, el Santo Padre les recordó que, “la práctica de la peregrinación está en el origen de su historia”. De hecho, precisó, la Orden nació “para custodiar el Santo Sepulcro, para cuidar de los peregrinos y apoyar a la Iglesia de Jerusalén”.

Creemos. Crecemos. Contigo

“Aún hoy lo siguen haciendo, con la humildad, la dedicación y el espíritu de sacrificio que caracterizan a las Órdenes de Caballería, en particular con «un testimonio constante de fe y solidaridad hacia los cristianos residentes en los Lugares Santos»”.

Orden del Santo Sepulcro de Jerusalén - Omnes

No preservar solo un patrimonio histórico, sino las piedras vivas

Y sobre este testimonio de fe y solidaridad que realizan los miembros de la Orden, el Pontífice destacó “la notable ayuda que prestan, discretamente y sin publicidad, a las comunidades de Tierra Santa, apoyando al Patriarcado Latino de Jerusalén en sus diversas actividades”, sea educativas, médicas y humanitarias.

“Con todo esto, ustedes demuestran que cuidar el Sepulcro de Cristo no significa simplemente preservar un patrimonio histórico, arqueológico o artístico, por importante que sea, sino apoyar una Iglesia hecha de piedras vivas (cf. 1 P 2,4-5), que nació en torno a él y sigue viva hoy, como auténtico signo de la esperanza pascual”.

Por este motivo, en el Jubileo de la Esperanza, el Papa León XIV les propuso reflexionar por un momento, en tres dimensiones de la esperanza:

La espera confiada

La primera dimensión que propuso el Santo Padre fue el de la espera confiada. Y esto significa renovar la fe en el Dios que cumple sus promesas, cuyo poder ninguna fuerza humana puede vencer. Porque, en un mundo donde la arrogancia y la violencia parecen prevalecer sobre la caridad, están llamados a dar testimonio de que la vida vence a la muerte, que el amor vence al odio, que el perdón vence a la venganza, y que la misericordia y la gracia vencen al pecado.

“Que su ‘guarnición’ en los Lugares Santos sea, ante todo, una ‘guarnición de fe’ que ayude a los hombres y mujeres de nuestro tiempo a detenerse en el sepulcro de Cristo, donde el dolor encuentra respuesta en la confianza y donde, para quienes saben escuchar, sigue resonando el mensaje: ‘¡No tengan miedo! Sé que buscan a Jesús, el crucificado. No está aquí; ha resucitado [...], como había dicho’ (Mt 28,6)”.

"Y esto lo pueden hacer alimentando el corazón con una intensa vida sacramental, escuchando y meditando la Palabra de Dios, con la oración personal y litúrgica, y con la formación espiritual tan apreciada en la Orden"

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El rostro del servicio

La segunda dimensión de la esperanza, en la que se centró el Pontífice, se ve encarnada en el icono de las mujeres que se dirigen al sepulcro para ungir el cuerpo de Jesús. En este sentido, el Papa les reiteró su gratitud “por el gran bien que realizan, continuando la antigua tradición de asistencia que los caracteriza”.

“En cuántas ocasiones, gracias a su labor, se devuelve un rayo de luz a personas, familias y comunidades enteras que corren el riesgo de verse abrumadas por terribles tragedias, a todos los niveles, especialmente en los lugares donde vivió Jesús”.

"Su caridad los sostiene, percibiendo en sus necesidades esos 'signos de los tiempos' que el Papa Francisco nos ha invitado a hacer nuestros, transformándolos en 'signos de esperanza' (cf. Spe non confundit, 8)"

Papa Santo Sepulcro

El impulso gozoso de la esperanza

Finalmente, la tercera dimensión de la esperanza a la que se refirió el Santo Padre es el impulso gozoso de la esperanza, el que nos lleva a mirar hacia la meta. Y para explicar esta dimensión el Papa usó la imagen de Pedro y Juan corriendo hacia el sepulcro, en una carrera que los llevará, junto al sepulcro vacío, a renovar su fe en Cristo a la luz de la Resurrección. Y también está la imagen que usa San Pablo cuando habla de su vida como una carrera en un estadio, no sin meta, sino con el objetivo de encontrar al Señor.

“Esto es lo que expresa el gesto de la peregrinación, como símbolo de la búsqueda del sentido último de la vida. Ustedes también lo han logrado, y los invito a vivir su presencia aquí no como un punto de llegada, sino como una etapa desde la que partir de nuevo hacia la única meta verdadera y definitiva: la comunión plena y eterna con Dios en el Paraíso”.

"Que sea también un testimonio para los hermanos y hermanas que encuentren: una invitación a vivir las cosas de este mundo con la libertad y la alegría de quien sabe que camina hacia el horizonte infinito de la eternidad"

Antes de despedirse, el Papa León XIV les dijo que, hoy la Iglesia vuelve a confiarles la tarea de ser guardianes del Sepulcro de Cristo. “Háganlo con la confianza de la espera, con el celo de la caridad, con el impulso gozoso de la esperanza. Como decía san Agustín a los cristianos de su tiempo:«Avancen, avancen en el bien [...]. No se desvíen del camino, no retrocedan, no se detengan» (Sermón 256,3)”.

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