“Conviértete y cree en el Evangelio”. Estas palabras nos fueron dichas al inicio de la cuaresma al imponernos la ceniza. Convertirnos por medio de la oración el ayuno y la limosna a esto nos invitaba la Iglesia. Convertirse es una palabra que nos hace mucha impresión, una realidad inaccesible, demasiado exigente, fuera de nuestro alcance, un ideal fuera de lo común. Quizás se nos podría ocurrir buscar en un manual para saber como podemos conseguir esta conversión al igual de estos libros que circulan: “¿Cómo lograr el desarrollo personal?”. Pero la conversión no tiene mucho que ver con el desarrollo personal.
Convertirse es desear a Dios. Buscarlo. Atrevernos a interrogarlo. Admitir que nuestra vida debe cambiar. Convertirnos es emprender un camino llevados de la mano de aquel que nos ama y desea que seamos santos como él es santo. Dejar que él obre en nuestras vidas.
Estamos a la mitad del camino de la cuaresma. Dispongámonos como el ciego del camino a escuchar a Jesús que nos pregunta:
“¿Qué quieres que haga por ti?”.
Esta es la buena pregunta porque en realidad todos somos medio ciegos y no vemos claro por donde seguir.
Él que es “el camino la verdad y la vida” nos enseñará hacia donde dirigir nuestros pasos para llegar con confianza y alegría a la Pascua llevados de su mano amorosa.
Texto: Hna. Maria Nuria Gaza.