Jesús, médico
Narra el evangelio de San Lucas que Jesús vio sentado en el mostrador de los impuestos a un publicano llamado Leví. Jesús le dijo: “Sígueme”. Éste se levantó y lo siguió. Luego, Leví ofreció un banquete en honor del Maestro; estaban sus discípulos y como no, todos los amigos del cobrador de impuestos.
Esta primera parte de la narración nos muestra la alegría de este cobrador de impuestos de ser invitado por Jesús a seguirle. No sólo por la prontitud en responder a su invitación sino porque además hace participe de su alegría al dar un banquete al que participan todas sus amistades. Es un banquete de despedida. Su vida a partir de aquel momento cambiará de rumbo.
Leví es un hombre sin prejuicios, no tiene porque esconderse de su decisión sino todo lo contrario. Tiene una felicidad tan grande que la tiene que expresar. Y lo hace como él sabe: Dando un banquete. En la segunda parte aparecen los aguafiestas, los criticones más ocupados a que se cumpla la ley a rajatabla que a alegrarse de que un pecador se convierta.
Jesús que oye como importunan a sus discípulos preguntándoles cómo es que su Maestro come con pecadores les da una buena lección. “No tienen necesidad de médico los sanos sino los enfermos”. Con estas palabras Jesús se autodetermina médico. Como dice el profeta: “Él sana nuestras heridas”. Para ello solamente hay que reconocer que estamos enfermos y que nos aquejan muchos males de los cueles no podremos salirnos sin la intervención del Médico del espíritu así como si el enfermo no reconoce su dolencia, ¿quién le podrá sanar?
Dios nos libre que creernos sanos, de caer en el farisaísmo y de la crítica destructiva que nos acechan por todas partes. Texto: Hna. María Nuria Gaza.
Esta primera parte de la narración nos muestra la alegría de este cobrador de impuestos de ser invitado por Jesús a seguirle. No sólo por la prontitud en responder a su invitación sino porque además hace participe de su alegría al dar un banquete al que participan todas sus amistades. Es un banquete de despedida. Su vida a partir de aquel momento cambiará de rumbo.
Leví es un hombre sin prejuicios, no tiene porque esconderse de su decisión sino todo lo contrario. Tiene una felicidad tan grande que la tiene que expresar. Y lo hace como él sabe: Dando un banquete. En la segunda parte aparecen los aguafiestas, los criticones más ocupados a que se cumpla la ley a rajatabla que a alegrarse de que un pecador se convierta.
Jesús que oye como importunan a sus discípulos preguntándoles cómo es que su Maestro come con pecadores les da una buena lección. “No tienen necesidad de médico los sanos sino los enfermos”. Con estas palabras Jesús se autodetermina médico. Como dice el profeta: “Él sana nuestras heridas”. Para ello solamente hay que reconocer que estamos enfermos y que nos aquejan muchos males de los cueles no podremos salirnos sin la intervención del Médico del espíritu así como si el enfermo no reconoce su dolencia, ¿quién le podrá sanar?
Dios nos libre que creernos sanos, de caer en el farisaísmo y de la crítica destructiva que nos acechan por todas partes. Texto: Hna. María Nuria Gaza.