Mañana recordamos a
María Magdalena, una gran santa, una gran mujer, que porque amó mucho se le perdonó mucho. Los evangelios nos hablan de ella, tres veces la nombran de una manera especial.
La primera, cuando se arrepiente de sus pecados públicos. La segunda, cuando permanece al pie de la cruz junto a la Virgen María, a pesar de la huida de casi todos. La tercera, cuando acude al sepulcro y
Jesús resucitado se le aparece.
Los tres momentos son de una gran intensidad, pues son situaciones con una fuerte carga emocional imposible de observar con indiferencia. En los tres consigue hacer reaccionar el Corazón de Jesús, el mismo que
sabe lo que hay en todo ser humano, también en el de la Magdalena.
María Magdalena se humilló y Dios la eleva. Se entrega de una manera incondicional al Maestro aprovechando lo mejor de si misma: su capacidad de amar. Creyó, amó, anunció a Jesucristo, por eso mereció ser llamada
apóstol de los apóstoles.
Texto: Sor María Josefa Cases.